Sé cómo te pintaron...
Sé cómo apareciste en su vida...
Sé...
porque tuve la suerte de vivirlo,
cómo ante Tí...
-al fin-,
te respiraron.
Fue en un rincón de tu ciudad, esa que Tu escogiste para que la sombra de tu mirada fuera dibujando encajes a la primavera entre azulejos de promesas.
La tarde se iba sonrojando al caminar descalza sobre la línea del horizonte;
la calma se iba ajustando el traje de domingo...
y la soledad,... la soledad se iba acicalando con sus mejores galas para visitarla -como tantas veces-, con sonrisas de sabor a miedo bajo el brazo.
El tiempo se iba dormitando sobre las azoteas de las leyendas;
las calles iban rebuscando bullas entre zaguanes y esquinas;
y las campanas de los sueños se andaban contando a qué saben los pellizcos de felicidad... esos que se quedan a dormir entre pétalos y granos de arroz a las puertas de las iglesias.
En tu parto, hubo lágrimas, rencor, rabia acumulada... y sangre... demasiada sangre, ... pues a veces las preguntas al acentuarse se clavan sobre el cielo de nuestra boca para recordarnos que somos humanos.
Pero a pesar de los pesares, te buscó para pedirte...
rogarte ...
reclamarte que,
aunque tu carga siga siendo dura, le hagas un huequecito entre tus costuras, entre los espacios de tus espinas, entre la boca de esa serpiente que en sus dientes lleva el veneno de la maldad humana.
Y así, buscando fuerzas por encargo, cogió sus pinceles... y éstos se fueron tallando en cada pincelada, en cada mancha de color, en cada giro de muñeca que se perdía en una paleta de colores que -como yo-, sufre en silencio todo lo que le está pasando a la que con una simple sonrisa compone la mejor de las mañanas.
Qué tendrán sus buenos días...
que hasta el alma de un escribano recuenta sueños con sabor a filigrana..
Quizás Tú lo sepas mejor que yo, pero su dolor -al pintarte- arañaba las palabras.
Quizás Tú los sepas mejor que yo, pero dudo que encuentres una fe que, al rezarte, mueva mucho más que montañas.
Quizás Tú lo sepas mejor que yo pero, algún día, tendrás que explicarme cómo has pasado de la nada al todo en un lienzo de tela.
Así fue como fuiste surgiendo... entre reclamos y bienaventuranzas.
Pero a veces la vida tiene estas cosas, y tu Palabra es tan sabia, que andamos buscando excusas para hacer oídos sordos a lo que tu destino nos tiene en reserva.
Jesús mío del Gran Poder, tiéndele tu mano a la que grita tu nombre tras un antifaz de Esperanza.
Y recuerda, así viniste a nacer...
de las manos más humildes que por tu ciudad - esa que Tu escogiste-, un pincel tiznado de azules te reclama.
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