Mamá Milagros me pidió,
antes de irse al cielo, que no dejara de escribir.
Y eso he hecho en estos folios, escribir para ella.
Espero que te guste.
Te quiero, mamá.
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ÍNDICE
PRESENTACIÓN
AGRADECIMIENTOS
CAMINAS…
MAMÁ MILAGROS
AL AMPARO DE LOS SUEÑOS
SOIS…
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Presentación
Suena el llanto de un desamor de cera abrazando una vela sobre un altar de culto.
A lo lejos, se escucha el racheo de los costaleros en un ensayo junto al calor del frío.
De una alcayata, en un salón donde de fondo se oye una vieja radio, cuelgan las estaciones de penitencia de las túnicas y los dobladillos de una familia que este año suma uno más al cortejo de su hermandad de sangre.
La plata se va despertando entre sueños.
Las trabajaderas vuelven a sentirse importantes.
Y las sombras de los naranjos van jugando a los síes y los noes con los pétalos del azahar.
Todo va volviendo a su sitio.
Todo se va preparando.
Todo se anda soñando.
Las voces de mando se van mirando en los espejos.
Las estampitas se pelean entre ellas por ser la última en ser repartida.
Y las bambalinas y los balcones buscan a la luna para que ésta le vuelva a contar el cuento de cada primavera donde sus hilvanes y sus piedras se besan bajo el rumor de los suspiros.
Las tardes… las tardes alargan las conversaciones.
Alguien te saluda y lleva en sus manos la felicidad que solo te da esa papeleta de sitio recién pagada y renovada mientras tú le cuentas que vas a hacerte un nuevo capirote de rejilla porque el cartón del de siempre no ha aguantado la última mudanza.
Y el calendario … el calendario camina de puntillas por el sendero del tiempo.
Un vestidor llega a su casa con la mirada embadurnada en gloria.
Un músico pone el despertador a las 6 de la mañana y se acomoda la almohada tatareando la partitura de los últimos acordes ensayados.
Y alguien lejano a nuestras fronteras acaba de decirle a su madre que el Lunes Santo a eso de las doce llega su vuelo; que le prepare un puchero con su pringá y que el abrigo negro que dejó en su armario lo vaya aireando porque con el piensa combatir el relente de la próxima Noche de Jesús.
Las derechas alantes y las izquierdas atrás corretean al escondite por las calles impresas de algún horario e itinerario.
Los carteles de lo venidero ven pasar de acá para allá a los que pronto se asombrarán ante Dios y la realeza de su Madre.
Y alguien, en un semáforo en rojo, recoge a un amigo para ir al bar de siempre para hablar de las cosas de siempre, y para acabar arreglando, como siempre, la Carrera Oficial, los pasos de peatones, los retrasos, las carreritas, las bullas, … vaya, los problemas de siempre.
En un concurso de saetas, un saetero se persigna templando los nervios.
Un florista cuelga el teléfono y anota en su agenda una nueva cita para engalanar un paso palio.
Y un bordador, bajo la luz de un flexo y en el silencio contenido de un taller, hilvana con oro los esfuerzos de una nueva e incipiente hermandad.
- Quiyo, mañana hemos quedado con esta gente. ¿Te apuntas?
- Que va tío, mañana imposible. Es el Vía-Crucis de mi Cristo.
Se les oye decir a unos chavales en una parada de bus después de salir del instituto mirando en el móvil los besamanos del fin de semana.
- Elena, el martes tenemos que ir a pagar el palco. Tu padre dice que se va a ir de los primeros para cogernos sitio.
- Si mamá. El martes es lo del palco. Ya me lo has dicho setenta veces. Y setenta veces te he dicho que este año lo han subido de precio. Que digo yo que con eso de la subida los muchachos del consejo le podrían dar una manita de pintura, ¿no?
- No caerá esa breva, Elena. No caerá esa breva.
Es la conversación que mantienen una madre con su hija tras comprar ambas aceitunas en la Plaza y pedirle al Señor de la Puerta Real que no llueva el Miércoles Santo.
Y en una parcela de la zona sur, olvidada por la luz del mediodía, y ante los relinchos de un caballo, una familia se esmera en arreglar un viejo carro de chucherías para poder salvar el próximo mes y engañar al hambre y a las fatigas.
Si cerramos los ojos, nuestra mente es capaz de dibujar con un lápiz de carboncillo lo que se oye a la vuelta de la esquina.
Si pudiéramos soñar despiertos, aparecería ante nosotros los sueños de nuestros rezos.
¿Lo intentamos?
¿Cerramos los ojos por unos segundos?
¿Soñamos despiertos por unos instantes?
Venga, vamos a hacerlo.
Dejadme que os ayude.
Cerrar los ojos.
Shhhh...
no lo oís, se va acercando
nuestra semana más guapa
la que nos acerca a Dios
para rezarle sin trampas
entre calles y balcones
entre empujones y plazas
y contarle muy bajito
que remiende nuestras almas.
Todo se va preparando
como un rumor de albahaca
y el corazón se enloquece
al descontar hojarascas
mientras el azahar despierta
como si fuera un monarca
en un palacio de incienso
que se escapa por las zambras.
La memoria acorta rezos
que suscitan las miradas
los abrazos se suceden
en callejuelas cercanas
y un padre le dice a un hijo
al besar las manos santas
que el secreto de la vida
la Verdad que nos aguarda
lleva el aroma de nardos
de una Madre jerezana.
Todo se va despertando
bajo el eco de las marchas
y ese bendito silencio
que las nubes nos proclaman.
Son acordes que atraviesan
los pozos de las gargantas
donde se rasgan los templos
y se enmudecen las casas
descalzando los caminos
repicando las campanas
para desvestir los ecos
donde vive la Esperanza.
El Cristo por el Campillo
Remedios por Calle Palma
el Prendimiento en su barrio
los Judíos por calle Ancha
mi Virgen de la Amargura
los izquierdos de la Granja
y este año, por San Miguel
nazarenos sin revancha
se citarán con los vientos
de una Salud encarnada.
Qué poquito queda, hermano
para que todo se vaya
como el agua entre los dedos
y la espera se contraiga
en un goterón de cera
y en el dorso de una estampa
y en un abrazo del aire
y en una revirá con palmas
y en una levantá al cielo
y en un reguero de esmeralda
y en un delantal de abuela
y en un pellizco en la espalda
y en las costuras de fe
que brotan como guirnaldas
cuando se cierran las puertas
y regresamos sin ganas.
Están llamando a lo lejos
van temblando las palabras
los costeros de las sombras
se desnudan por las ramas.
Un llamador pasa lista
las arrugas peinan canas
y las rosas de los palios
se asoman por las ventanas
para lucir sus reinados
y ronear con sus galas.
Las costureras se esmeran
en remendar las agallas.
Los pabilos se impacientan
por alumbrar las zancadas.
Los regresos se dan cita
en una noche estrellada
y las penas van sudando
y perdiendo las batallas
pues saben mejor que nadie
que al persignar alabanzas
las sonrisas se iluminan
y la piel se desbarata.
Hermano, que ya se acerca
ya se intuye la llegada
id vaciando los altillos
id mirando a la alborada
que Dios se vuelve a hacer hombre
y su Madre su morada
para romper las fronteras
y bendecir con sus Gracias
la suerte de ser sus hijos
en este valle de lágrimas.
Hermana, que ya se acerca
no lo piense, ve a buscarla
y deja que pase dentro
y te rompa las murallas.
Hermano, que ya se acerca
y el reloj se desparrama
pues apenas quedan días
para volver a besarla
y sentir que ya es la hora
de vivirla y de mimarla
y despertar de este sueño
que dormita entre plegarias
de un Jerez de ventoleras
de albarizas y espadañas
que se convierte en la Gloria
que se revela en volandas
cuando la luna y el sol
jerezanean sus caras
y los tiempos se detienen
y los compases se paran
al llegar la primavera
al llegar Semana Santa.
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Agradecimientos
Querido hermano mayor y Querida Junta de Gobierno de la Hermandad Sacramental de la Santísima Trinidad, Trono de Misericordia y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Sed, Amparo de María Santísima y Beata Teresa de Calcuta.
Querido director Espiritual…
Queridas Autoridades Civiles…
Queridos hermanos de la Hermandad de la Sed…
Amigos cofrades…
Cofrades y amigos…
Buenas noches…
Me presento ante ustedes con un puñaito de nervios en la garganta y con mucho miedo de no estar a la altura de esta oración poética.
Me llamó Alberto Espinosa García, y desconozco los méritos que he cumplido para ser el elegido este año como orador poético, pero desde que Rafita me llamó una mañana de enero, he juntado palabras y he ido descosiendo días para daros las gracias por tanto bien que habéis hecho por mi familia y por mí.
No despellejarme mucho si me equivoco, y disculparme si no cumplo el cometido de ensalzar la llegada de la SemanaSanta y hablaros, en primera persona, de vuestro Cristo y de vuestra Virgen.
Porque son vuestras eh… tenedlo claro que ambas imágenes son de vosotros y de vuestros corazones, y aunque ahora os toque tenerlas lejos de su morada, allá donde están ellas velan por vosotros.
A veces uno no entiende los susurros de palacio.
A veces uno sólo tiene que quedarse con los susurros del Señor.
Y hablando del Señor, dejadme que os diga que escribir estas líneas me ha costado media vida, y como si fuese un pelícano, me he ido extirpando parte de mí por las noches para compartir con ustedes unos cuantos latidos de ceniza.
A veces los susurros del Señor son claros; el problema lo tenemos nosotros, que no somos capaces de escucharlos con nitidez.
Pero como mi amiga Patri o mi amiga Pepa me han enseñado (ambas del Prendimiento), las cosas de Dios se llaman diosidades, y yo creo en estos guiños y en estos susurros a pies juntillas.
Y aquí estoy de nuevo, cuando ya veía esta faceta mía sepultada por los tiempos de los tiempos.
Pero si me pongo detrás de este atril ha sido porque el compromiso bien lo merecía.
Y creo que este sitio era el lugar idóneo para hacerlo porque la capilla de San Juan de Letrán nos pilla muy cerquita y allí se encuentra la sonrisa eterna de Mamá Milagros.
De corazón, GRACIAS por hacerme este regalo; espero no llorar mucho esta noche.
GRACIAS por todo lo bueno que hacéis en el día a día.
Y GRACIAS, con mayúsculas, por ser discípulos del cielo y calmar con vuestra fe y con vuestro ejemplo la sed de muchos cofrades y cristianos que os necesitan más de lo que ustedes creéis.
Y seguid… seguid abriendo las puertas de vuestra forma de ser, y amparad tras vuestros muros a todo aquel cuyo tintineo de fe se ande apagando por el viento huracanado de la vida.
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Caminas…
Y hablando de vientos…
Y hablando de puertas….
Existe en Jerez un lugar donde un Cristo otea al horizonte y su grandeza es tan palpable que no cabe en muchas de las iglesias de la ciudad.
Sale cada Lunes Santo a enamorar al sol con sus sombras y sus andares, y no es casualidad -o diosidad-, que las puertas que tiene que atravesar se apelliden del sur.
En esa parte del mapa, los vientos no tienen nombre, sólo airean humildad y silencios.
Y como si fuese un desierto de cruces, allí se instaló este Cristo para que su Palabra la propaguéis a pesar de que muchos vecinos profesan otras religiones.
Pero nuestro Dios, que al fin y al cabo es el mismo, escribe a su manera en páginas en blanco.
Y las páginas que a ustedes os está tocando escribir aún no tiene muchos borrones ni tenéis muchas paginas arrancadas.
Os alabo vuestra catequesis cristiana en una zona sin herencia cofrade, sin barniz de siglos, sin retablos carcomidos por la hojana y la humedad.
Pero ese Cristo, bien merece una vida de entrega y sacrificios.
Y ese Cristo, bien merece un cuerpo de nazarenos, una juventud jubilosa, y una cuadrilla torera que lo trae y lo lleva hasta los confines del mundo si hiciera falta, para plantar una bandera con la palabra SITIO en un torreón de sus fronteras.
Y es que vuestro Cristo se cita con la muerte, espera el último aliento con los labios secos y congela el tiempo para retratar en un óleo sin enmarcar verónicas de sueños.
Como bien sabéis, ese Cristo apareció por mi casa por culpa de Mamá Milagros, y para siempre se quedó a habitar entre nosotros.
Aún recuerdo cómo le brillaban los ojos cuando se hizo hermana y cómo lucía con orgullo la medalla que hoy me cuelga a mí del cuello.
A vuestro lado fue feliz…
Pero dejadme que rebusque en mi memoria y que os cuente y salde una pequeña deuda.
Como algunos de ustedes saben, hubo un tiempo -ya lejano-, en el que yo narraba para la radio.
Y aunque una de mis ilusiones frustradas fue y es la de ser periodista para contar historias, la vida a veces es más cariñosa de lo que nos creemos.
Y la primera narración cofrade que tuve que hacer en mi vida se la hice a vuestra hermandad.
Y la hice por muchos motivos: me pillaba cerca de casa, me conocías, y el cometido era simple: contar lo que mis ojos estaban viendo.
Así que ahí estaba el tío, con un móvil, unos casquichis y con más pelo que ahora.
Pero tras abrirse la portentosa puerta de la recién bautizada iglesia, yo me dije a mí mismo…
- Con lo bien que se ven los toros desde la barrera, ¿qué hago yo aquí?
Entonces el paso comenzó a revirar.
Los acordes empezaron a sonar.
El obispo hizo la primera levantá, y mi voz comenzó a desgranar lo que mis ojos estaban viendo.
Me temblaba hasta el aire de los pulmones.
Me costaba pintar palabras.
Me sudaba el aliento.
Pero no era por la imagen, ni por la tarde, ni por el incienso.
No era por el compromiso, ni por no saber que decir.
No era por el miedo al qué dirán…
Era…
Era por su capataz, un viejo amigo de la infancia y una persona con la que no me hablaba en esos momentos.
Querido amigo…fue duro estar a tu lado y no poder disfrutar de tu cariño, de tu entrega y de tu amor hacia tu Cristo.
Han sido años sin hablarnos y aquí estamos… tu al frente de una cuadrilla y yo dibujando con letras lágrimas y silencios.
Y esta noche quiero pedirte perdón por haberme callado durante tanto tiempo.
Hoy quiero decirte que me siento orgulloso de aquel chaval que llevaba la voz en un pasito de Torresoto.
Hoy quiero abrazarte y que nos sentemos a ver la vida desde el respeto y el cariño que una vez nos tuvimos.
Hoy quiero pedirte que sigas llevando a tu Cristo a sortear calles estrechas y mares sin nombre si así te lo piden.
Sólo por ti -y por tu gente-, una noche de amargo recuerdo fui los pies de tu Cristo.
Y si alguna vez vuelvo a narrar, que tu voz y mi voz se confundan por los aledaños de San Miguel, bajo la atenta mirada del Señor de la Sed.
Me gusta cuando me contestas un mensaje con la palabra AMIGO en mayúsculas.
Me gusta ver a tus hijos crecer bajo el Amparo en el que Rocío y tú lo estáis educando.
Me gusta tenerte en mi vida; nos quedan muchas cervezas que compartir.
Y perdóname si alguna vez te hice daño con mi soberbia y mis miradas.
Las calles de Torresoto nos vieron crecer.
La Virgen del Rosario nos volvió a unir.
Y tú Cristo de la Sed es el culpable directo de que hoy esté aquí a tu lado.
Y he dicho bien… tu Cristo de la Sed…
¿Me dejas que te hable de Él?
Pues mira, …
tu Cristo camina sólo entre la multitud,
y se siente sólo ante la muerte.
En sangre lleva las carnes,
y asume la tuya y mi suerte.
Le rachean los latidos,
le besan los balcones,
empequeñece a la luna,
enamora con solo verle.
Pero respira en mitad de un Calvario,
exhalando por los dientes,
por los ojos, por la boca,
por las manos, por la frente…
y anidan infiernos de vida
por el dorso de sus sienes.
¿Qué ves, Señor de la Sed?
¿Qué piensas Tú, que todo lo puedes?
¿Qué atraviesan tus silencios
cuando te aclama la plebe
entre inciensos y cornetas
y revirás, que detienen
el pulso de tu mirada
cuando tu mirada se pierde?
Eres el Hijo del Sol
y la promesa que más duele.
Eres una primavera de luz
apagándose en la nieve.
Eres el principio y el final
el levante y el poniente
el porqué de los suplicios
el Verbo que, entre clavos…
se muere.
Eres un todo sin fin
eres el fin que nunca se detiene.
Pero vas mirando al infinito,
y el infinito te quiere
esperando que, en su regazo
Tú calmes todas sus preces.
Santísimo Cristo de la Sed…
¿Cómo puedo aliviarte?
¿Cómo puedo merecerte?
¿Como puedo mirarte?
¿Cómo puedo quererte
sí a cada paso que doy
mis huellas más se tuercen?
Yo te ofendo. Tú me perdonas.
Yo te fallo. Tu nunca me abandonas.
Yo te ignoro. Y tú me aprisionas
a la soga de tu perdón
y al ocaso de tus lomas
y al verte deambular
sobrándote toda la ropa
nos miramos los dos
y arden las calles de Roma.
Señor mío de la Sed
Verdad del sur que se asoma
por encima de los tejados
y por callejuelas sin sombras,
no me sueltes la mano,
no te olvides mis derrotas
y cuando te tenga delante
por entre nubes galeonas
pintemos con grafitos
sonrisas color carioca.
Señor mío de la Sed
cruz alzada de euforias
recuerda el crujir de mi voz
henchida por tus historias
las que acunaban los sueños
de este amante que pregona
y al saberme desnudo y roto
por la vida y sus baldosas
que un reguero de miradas
se vuelvan luces caprichosas.
Señor mío de la Sed
vergel de espinas y rosas
cuando voy a tu encuentro
me sacuden todas tus prosas
y me despojo de miedos
borro mis dudas, temblorosas
y te grito muy bajito
como un vals de mariposas
que me acojas en el seno
de tu cintura gloriosa
y que el vernos en San Miguel
sea una fábula preciosa
de esas que no tienen fin
de esas que son misteriosas.
Santísimo Cristo de la Sed…
No habrá vida suficiente
para que nos contemos las cosas.
No habrá palabras adecuadas
para saldar la memoria
de mi familia y mi fe,
de mis ojos, de mi honra
y de ese mayo maldito
donde abriste tu custodia
de par en par, sin pensarlo
con la tristeza borrosa
para que Mama Milagros siguiera
amándote a quemarropa.
Señor mío de la Sed,
aquí me tienes ahora
en este puñado de folios
que son silencios de rocas
que he ido tallando para Tí
rompiendo en dos las sogas
que me atan a mis duelos
por un alma bondadosa
que sigue brillando en mis manos
cuando recuerdo su aroma.
Señor mío de la Sed
que suerte tenerte entre palomas
cerquita de nuestras casas
y de manera generosa
envuelto en vida y promesas,
deteniendo las alcobas
y los tiempos donde el Cielo
espera verte sin corona.
Ya silencio mis suspiros.
Ya voy guardando mis notas.
Ya voy contando los tiempos.
Ya va rondando la hora
en que de nuevo te vea
deshojando mis congojas
donde sólo Tú conoces
lo que, muriendo, provocas.
Sueño que llegado el día
del vuelo que me aprisiona,
Tú estes abriendo las puertas
y los resquicios de Gloria
y me indiques el sendero,
con avemarías remotas
y que el amor que te tengo
sea mi carta más devota.
Señor mío de la Sed,
creador de suspiros de gota
gracias por este regalo
gracias por tu sed vidriosa
gracias por ser de Jerez
gracias por surear glosas…
y gracias por existir
y que un AMIGO de siempre
vuelve a saber de mis cosas
y gracias por escribir
los renglones de mis coplas
y dile a Mamá Milagros
que se asome por la aurora
que quiero tirarle un beso
de manera silenciosa
a la rosa más bonita
del jardín de tu Victoria.
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Mamá Milagros
Esta cita cofrade como la que estamos viviendo esta noche son las que le encantaba vivir a Mamá Milagros.
Ella estaría sentada en primera fila, viendo a su hijo pasarlo mal, pero orgullosa porque todo el mundo la conocía y se acercaba a saludarla tras los aplausos y la entrega de cuadros.
Estaría sentada junto a su nieta, y si el evento empezaba a las nueve, ella estaría vestida y preparada desde las ocho.
Me la imagino haciendo tiempo en su butaca, con sus gafas de vista cansada y un librito de sopa de letras, esperando a que la recogiéramos con la sonrisa de oreja a oreja.
Porque a Mamá Milagros le gustaban muchas cosas, pero había dos (cosas) con las que no partía pera: el Real Madrid, sobre todo su niño Raúl, era adoración por él, y la Semana Santa.
Yo quería que, aparte de eso, se aprendiera coplas de carnaval, pero no había manera.
A ella le gustaba el olor a incienso y pespuntear dobladillos a las túnicas.
A ella le gustaba ponerse a bien con Dios, y por eso iba a rezarle a vuestra casa hasta que sus piernas comenzaron a fallarle.
Humilde.
Sencilla.
Era una de esas personas que aprendieron pronto que la vida es una lucha constante y que hay que apretar los dientes cuando el sol se pierde en la noche.
Crio a sus cuatro hijos en una casita pequeña del barrio de Torresoto y recuerdo una frase que le decía a mis profesores que era la mejor carta de presentación de una madre: que dedo me corto que no me duela.
Cuando falleció mi padre, mi hermana Eva se la llevo a vivir cerca de Carrefour, y le costó trabajo hacerse al barrio.
No era lo mismo.
Le faltaban sus vecinas.
Las charlas en torno a una maquinan de coser.
Hasta que os descubrió.
Y para ella fuisteis su tabla de salvación.
Cuando Daniel la traía a casa después de misa, venía henchida.
Cuando alguien de la hermanad la llamaba por teléfono, se le cambiaba el carácter.
Y en su nevera, tenía apuntado cuando salía la Virgen del Amparo en Rosario vespertino para acompañarla con su cirio.
Así era ella, y así quiero recordarla.
Socarrona.
Cabezota.
Con unas caídas muy de ellas y con un vocabulario que ella se inventaba: farmancia, joringele, al nórdico le decía nortico, bucofreno, al Cholo Simeone le decía el Chuli,…
Se ponía guapísima para ir al pregón del Villamarta, y todos los pregoneros y sus romances le gustaban…
Y se pasaba las horas viendo programas de semana santa en YouTube y defendiendo a la Esteban.
La echo de menos en las cosas más simples, y daría lo que no tengo por sentarme cerquita de sus pies y que me peinara una y otra vez, y sin decirme nada, me lo curara todo.
Y es que, …
Cuando uno pierde a su madre,
te quedas con la mirada huérfana
la piel se vuelve una piedra
y las noches transitan eternas.
Cuando uno pierde a su madre,
las lágrimas arañan los ojos
los días caminan a su antojo
y el tiempo…
es una cadena maldita.
Cuando uno pierde a su madre,
la llamada más esperada no se produce,
las comidas se saben igual
y ya nadie te dice piropos sin abrir la boca.
Cuando uno pierde a su madre,
la Navidad es un mal sueño
ponerse enfermo es un infierno
y los abrazos lloran por dentro.
No hay consuelo cuando te falta una madre.
No hay alivio cuando una madre te falta.
No hay palabras con las que sosegar al alma.
Se de lo que hablo desde que una mañana del mes de mayo, Dios me la arrebató.
Y desde ese día, mi corazón late a contratiempo, hay un antes y después en mi vida, y sus recuerdos los voy ensartando en un zaguán del tiempo.
Y aunque la siento cerquita, y le cuento mis cosas cuando nadie me ve, la echo de menos, pero sé que allá en el cielo se estará riendo con las cosas de su nieto, estará tranquila al ver cómo su hijo Dani sigue cuidando de nosotros, cantará los goles de su pequeño Albertito, ese niño que le decía yayita, y estoy seguro de que San Pedro no ha probado en su eterna vida unos roscos mejores como los roscos que hacía mi madre.
Se me fue el pilar de mi vida.
La persona que me trajo al mundo un mes de enero.
La que me enseñó a querer a María y la que me vestía de nazareno.
Al menos, sé que no sufrió, y me quedo con las últimas palabras que me dijo antes de cerrar los ojos: sigue escribiendo, y aquí estoy juntando palabras para que ella me escuche.
Con vosotros fue feliz.
Ella estaba enamorada de vuestro Cristo, y con la Virgen del Amparo, sufrió un flechazo a primera vista; que no le faltara un detalle, siempre decía al llegar a casa tras coser parte de su ajuar.
Por eso os debo mucho.
Por eso estoy aquí.
Por eso, mientras siga vivo, seguid contando con que un codal del paso cristo lleve el nombre de mi madre.
Y es que, al fin y al cabo, si para algo sirven las cofradías son para estas cosas.
De nada sirve la mejor marcha, las flores más caras o el besamanos más reluciente si no acercamos los titulares a que la gente del pueblo sienta una respuesta cercana a la soledad de la vida.
Ese es el primer mandamiento de una cofradía.
Ese es la primera piedra de la iglesia que formamos en torno a la Palabra de Dios.
Por eso os debo tanto…
Cuántas Mama Milagros no conformarán nuestras cofradías.
Cuantas cofradías no son el Amparo de muchas Mamá Milagros.
Por eso, seguid vuestra labor, seguid vuestro camino, seguid proclamando la grandeza del Señor, y seguid permitiendo que la gente os ame como Él nos ama.
Y permitidme que delante vuestra le diga una cosita a Mamá Milagros.
Milagritos:
Aquí está tu niño, el de los ojos verdes, el que te ama con locura, el que te hacía de rabiar cuando le cambiabas las cosas de sitio.
Perdóname por las veces que te levanté la voz y gracias por darme la vida; tu Cristo de la Sed sale este año de San Miguel; te prometo que iré a verlo con tu niño de la manita y tu Virgen del Amparo por día que pasa está más bonita.
Esta noche he juntado palabras para ti y por ti, y antes de que la luna se eche a dormir, que el mundo entero sepa que te quise y que te quiero de manera incontrolada, a pesar de ser una sombra de barro.
Que te quiero como una lanza clavada en el fondo de mis pies y mis manos.
Que te quiero sin saber lo que era quererte, y al quererte, supe lo que era querer.
Que te quiero de manera agradecida.
Que te quiero desde lo más simple de mi ser.
Que te quiero pa los restos de mi vida.
Que te quiero en el mañana y en el ayer.
Y ante tu Cristo de la Sed
y tu Virgen del Amparo
con mi sangre te declaro
que, por siempre, …
ainssss Milagritos
que, por siempre... te querré.
Un beso.
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Al Amparo de los sueños
Según la RAE, la palabra amparo hace referencia a la acción y el efecto de ampararse y buscar protección, cobijo o refugio.
Según el sabor de las torrijas, el plastiquito de las garrapiñadas y los sentimientos que se heredan de padres a hijos, Amparo es la advocación de una Madre que por las tardes pespuntea penitas en el silencio de la zona sur.
La zona sur…
Allí, alejada del lujo y las humedades de siglos, una madre bajo la advocación de Amparo inclina su cabeza deteniendo el mundo en un gesto.
Esa madre presenta los ojos gastados de llorar por los males que azotan el día a día.
Esa madre lleva en sus hombros la cruz de cristal de nuestros pecados.
Esa madre alumbra con sus lágrimas el eco de las tinieblas del alma.
La Virgen del Amparo es una dolorosa que, como Madre, siempre aguarda a que su hijo regrese a casa, siempre lo espera, siempre retrasa el momento para irse a dormir.
Ella no dice nada, a sabiendas de que su mirada lo dice todo.
¿Cuántas cosas se habrán quedado a dormitar en sus labios?
¿Cuántos deseos habrá hecho realidad y cuántas promesas no habrá escuchado?
¿Cuántos nudos no habrá tenido que deshacer cuando se han quedado los dos a solas en el silencio de su iglesia o en el destierro temporal de San Miguel?
La Virgen del Amparo es esa calma que suele aparecer tras las tormentas, tras los huracanes, tras los terremotos de andar por hospitales y pasadizos de lluvia.
Cuidémosla porque en Ella reside parte de la Verdad, de la Fe y de la Vida.
La Vida… ese lugar donde Ella nos cuida bajo la mirada de la Fe y el crucero de la Verdad.
Ella sigue latiendo, aunque su corazón se quedó parado en un Calvario llamado Gólgota.
Ella amó sin mirar atrás para que el Amor de los Amoresfuera crucificado y al tercer día resucitado.
Ella es un cielo colmado de nubarrones que ante sus relojes de arena deambulan y, como hacen las madres desde el principio de los tiempos, los va ensartando en los cafés de media tarde.
A veces la miro y me da por pensar que Rodríguez Picónla talló así para que sus ojos no vieran eternamente el dolor de encontrarse a su hijo en una cruz de madera que lleva las astillas de nuestros egoísmos en su interior.
¿No os habéis fijado que no se miran?
Pero las madres tienen un sexto sentido.
Y no les hace falta ver para saber.
Oír para escuchar.
Callar para sufrir.
Todas las madres de este mundo sienten, sufren e intuyen a pesar del silencio o la lejanía.
La Virgen del Amparo fue el primer pliegue de Dios.
La primera voz que Jesús escuchó.
La primera nana con la que el Mesías esperado se quedó a dormir cuando su hogar era un vientre de hueso y piel.
La Virgen del Amparo lo tuvo en su regazo y sabe mejor que nadie que, cuando lo vuelva a tener entre sus brazos, Ella será la que morirá de pena, de angustia y de congoja.
Por eso no quiere buscarle la mirada.
Por eso está retrasando el momento.
Por eso huye, está ausente, sólo queda presente la sombra de su rostro ante nosotros.
Pero…
¿Qué se dirán Madre e Hijo cuando las luces se apagan y nos vamos para casa?
¿Querrá quitarle los clavos?
¿Limpiarle las heridas?
¿Quitarle las espinas?
No se vosotros, pero yo daría lo que no tengo por ver ese diálogo eterno.
Jesús dio su vida por nosotros, y la Virgen del Amparo entrega la suya a cada instante para sosegar nuestros miedos, para abrazarnos en un rezo, para despertar de los males perversos.
Porque más allá de la belleza de la talla, del ajuar o sus ropajes, Ella ostenta el rango de ser la Madre de Dios, el faro que alumbra nuestras huellas, la capitana de nuestras velas encendidas, ese destierro de Eva que doblega al alba todas nuestras condenas.
La Madre de Dios….
Casi na…
¿Habrá título más importante que ese?
No dudéis nunca de que Ella os ha escogido para labrar su camino y para deciros, como si fuera la voz de Bécquer:
Mientras clavéis vuestras pupilas en mí
yo seré la más tierna poesía.
Si Cernuda levantara la pluma…
Si Machado volviera a corretear por los patios de su infancia.
Si Lorca desangrara besos de amor en sus noches oscuras…
De seguro que se enamorarían como el más humilde de los mortales de esa dolorosa que, cuando la tienes delante, tiene el don de hacer que el tiempo abrace tu alma.
1.-
Al Amparo de una Madre
un barrio va suspirando
respirando y suplicando
con la bendición del Padre
pues conoce los desmadres
que aprisionan nuestros días
silenciando avemarías
entre rezos y visitas
que se vuelven infinitas
como la luz de María.
2.-
Al Amparo del destino
la cuaresma va inciensando
y entre azahares, rezando
al sino de sus vecinos
gritando los desatinos
con suspiros de Esperanza
la misma que siempre abraza
las noches de primavera
entornándose en banderas
la bonanza sin tardanza.
3.-
Al Amparo de sus mares
las pisadas van y vienen
y en sus manos se sostienen
las lágrimas y los pesares
que sólo los familiares
conocen de sus respiros
y no hace falta deciros
que Ella anestesia el dolor
con la luz de su color
y la fe de los suspiros.
4.-
Al Amparo de un abrazo
la vida se va sosegando
y las heridas, curando
en la hoguera de un regazo
cogiditas con un lazo
cerquita de su finura
latido de la ternura
de una mirada de miel
de esas que calman la piel
y que, al nombrarla, se curan.
5.-
Al Amparo de un te quiero
el cielo se pinta de estrellas
palacio de una doncella
de la que soy prisionero
brillando como un joyero
el nácar de su cintura…
dejadme que en su envoltura
se callen todas mis penas
y que el tiempo y las cadenas
dibujen la partitura.
6.-
Al Amparo de un diván
su sombra llegó a Jerez
para calmarnos la Sed
poniendo todo su afán
en ser palabra y zaguán
de toditas las condenas
guardiana de cuarentenas
que se deshojan bajito
como un simple manuscrito
liberando los esquemas.
7.-
Al Amparo de los vientos
una Madre se siente viva
y se presenta cautiva
para aliviar los tormentos
soñando con ser sustento
que se cuelan por las venas
cuando la vida encadena
lagrimones de cristal
y pespuntes sin dedal
que agrietan nuestras cadenas.
8.-
Al Amparo de sus ojos
la vida se va despertando
y los rezos van soñando
abriéndose los cerrojos
dejando tras los matojos
un aroma de Verdad
de silencio y claridad
que sepulta hasta la muerte
bendita sea la suerte
de vivir en su bondad.
9.-
Al Amparo de un jardín
la sombra va floreciendo
como un crisol, descosiendo
las piedras de su verdín
vislumbrando un sinfín
de promesas cadenciosas
y de miradas nerviosas
revestidas de locuras
Amor y pura blancura
que se perfuma entre rosas.
10.-
Y al Amparo del Señor
se abren las Puertas del Sur
inundando con su luz
un olvido abrasador
donde sólo existe Dios
y su espejo de simplezas
barnizada de pureza
la de su gente y sus hijos
que proclaman lo que dijo
un Cristo y su grandeza.
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Sois…
La luna ya se asoma por los tejados de la noche, así que permitidme que acabe mi oración con este lienzo de sueños donde voy a describiros con palabras en renglones con sabor a despedida lo que sois para mí.
Porque sois lo que el tiempo quiere que seáis.
Escuchadlo.
Mimadlo.
Y no os agobies por sus cambios de humor.
Sois un romance escrito en la piedra angular del viento entre la Iglesia de San Miguel y los clavos de un Cristoque calma la Sed de esta peculiar ciudad cuando se deshilvana la soledad y el azahar es la herida de los niños que juegan con los pasitos al llegar el Viernes de Dolores.
Sois la bendita historia de una dolorosa que, a su manera, puso a este embuste de pueblo bocabajo en una Magna deAvemarías y que estuvo en la Plazuela esperanzando todos vuestras penitas al Amparo de unas enaguas calmadas allí al compás de los pulsos y las melodías.
Desde ese día, la Esperanza se asoma a una ventana del sur cada cierto tiempo y sonríe al ver vuestras ropas tendidas.
Sois el faro de un barrio que desconoce vuestras esquinas pero que poco a poco se acerca a vuestro hogar, entorna la puerta y pasa a rezar porque en ese rincón habita Dios, entre llagas y celosías, dejando que la flor del carmelo vaya creciendo sin prisas en un arriate de sus almas, pues los tiempos del Altísimo sólo el Señor los porfía.
Sois la calma y la Sed
el cortejo y la medida
el farolito encendido
cuando la noche se abriga.
Sois la Sed y el Amparo
del que siempre os necesita
la llama que no se apaga
el beso que siempre cobija.
Sois el Amparo y la Sed
el final de las travesías
la palabra que remienda
el reverso que más brilla.
Sois un cielo de oleajes
en un mar de zancadillas
ese que vais sorteando
al girar las manecillas
en torno a un Cristo grande
y a una Madre que suspira.
Sois la punta de una lanza
que se clava sobre la piel
para que crezca la fe
cuando la vida se apaga.
Sois la sombra de la nada
cuando la nada adormece
y con vosotros, florece
al regarlas con miradas.
Sois el Rubicón que atraviesa
el mapa de las cruces lloradas
la ceniza que, entre llamaradas
pergamina mis huellas perdidas.
Sois la luz del otoño
la lluvia de la primavera
la cárcel donde se hospedan
la Gloria y el Paraíso.
Sois el cuento de una tarde de verano
las playas de invierno entre amigos.
Sois el alba que llora desatinos
y el amor que se les tiene a los hermanos.
Sois la Hermandad de la Sed,
la que camina de frente
entre cornetas e inocencias.
Sois de la Virgen del Amparo
la que espera vuestra llegada
para olvidar las ausencias.
Sois la clave de la zona sur para que la zona sur se enclave en la ciudad.
Sois el espejo donde el viento duerme de noche.
Sois la luz de las azoteas y las sombras robadas al Alcázarcada Lunes Santo.
Sois las miradas contenidas en una calle estrecha.
Sois ese reguero de últimos alientos que nos regaló para la ansiada eternidad el llamado Hijo del Carpintero.
Sois un oasis en mitad de un desierto de incertidumbres y los granos de arena que no queman pues en vosotros reside la Vida.
Sois la Vida en forma de Hermandad al tacharse los días.
Sois la nostalgia y las risas.
El jazmín y la algarabía.
Las raíces de un destino pausado.
El manantial de unos ojos que sempiternamente nos vigilan.
Y sois, por siempre y para siempre
la cofradía de mi madre
la deuda de este simple escribano
que hoy perpetuamente os da la mano
y que os grita sin medida
que os quiere y os necesita
para sonreír mirando al cielo
pues allí tengo lo que más quiero
y allí respiran mis heridas.
He dicho.
Jerez
14 marzo 2025
Claustros de Santo Domingo
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