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Mostrando entradas de agosto, 2011

Se desangra.

Lo llamé todo el fin de semana, pero no logré hablar con él. Desmoralizado tras la última llamada no respondida, decidí que me acercaría hasta su casa el lunes, aunque tuviese que desviarme de mi camino. A esas alturas eso era lo que menos me importaba. Solo quería saber cómo estaba, cómo se encontraba, cómo respiraba aquel corazón que dejé palpitando con dificultad sobre la baranda de su balcón, cuando el atardecer coqueteaba con las gaviotas, antes de marcharse a descansar. Después de pulsar repetidas veces el telefonillo, al fin me contestó. Por un momento dudé si esa voz que había escuchado era la de él, pero conocía bastante bien la coletilla con la que siempre saludaba. Una vez en el portal y mientras esperaba al ascensor, seguía pensando en esa voz que había escuchado segundos antes. Sabía que era la de él, sí, pero estaba rajada, descosida, alguien había agrietado esas cuerdas vocales con cuchillas afiladas de dolor y desamparo. No tuve necesidad de ver al dueño de esa voz p