Si alguien nos hubiera dicho alguna vez que nos llevaríamos tres años sin vernos, sin sentirnos, sin confesarnos nuestras cosas en medio de la calle Higueras o de recogida por Molineros , los dos nos habríamos mirado de manera pausada y hubiéramos roto a carcajada limpia al doblar la esquina de la Plaza de las Angustias. Pero la vida a veces tiene estas cosas… y ese alguien, sin saberlo ni pronunciarse, llevaba razón, y han sido tres años, tres malditos años en los que hemos estado Tú sin mí, y yo por siempre en Tí . Porque no ha existido un sólo día en el que no te haya nombrado. O buscado. O rogado… para que el sufrimiento que llevaba alojado en mi cintura se marchara de mi lado lo antes posible y sin hacer ruido. Tres años de visitas casi de incógnito. Sin querer molestar. Entrando en mi casa a deshoras y sin querer llamar la atención, con la única intención de pasar desapercibido. Por eso, cuando al fin te ví el pasado Domingo de Ramos , yo con mi túnica, Tú con