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Mostrando entradas de febrero, 2018

Qué fácil es...

Ha sido aparecer por el calendario los cuarenta días previos a la Semana Santa, y de sus madrigueras, cuevas y cuchitriles han salido -voz en grito-, los mismos infelices de siempre. Son los de cada año regresando por estas fechas para rajar de los palcos y de las procesiones, con más arrugas sobre su piel y un sinfín de envidias en su mirada. Y decía que son infelices porque son personas de poco carácter o ambición, que viven pendientes de los demás y que creen que pueden hacer daño amparando sus pobres pensamientos en una mal explicada “libertad de expresión”. Y les decía que son envidiosos porque ya quisieran tener estos malasangres, anclados a su día a día, la creencia que tenemos miles de personas sencillas que, cuando miramos al cielo, sonreímos al intuir que los nuestros están ahí, cuidando de nuestros latidos como verdaderos ángeles de la guarda. Pero chavales, vosotros estad tranquilos, y seguid así, fumando ese opio a escondidas que os macera el odio haci

Llegará un día...

Llegará un día en el que mis pasos se volverán pequeños, mis huellas se borrarán con facilidad y el genio que a veces mastico se me escape por la boca, de manera pausada, cansada y silenciosa. Llegará un día en el que mi voz sea un hilillo de sonidos, en el que mis manos estén revestidas de arrugas, en el que me vestiré con el perfume de nuestras cicatrices pasadas y superadas. Llegará un día en el que mi tiempo se descontará al revés, en el que mi mirada se nublará de recuerdos, en el que deje de llorar a escondidas, reír a escondidas, hablar a escondidas… Llegará un día en el que me olvide de juntar palabras con la tinta de tus escalofríos; no sepa buscarte cada noche en las sombras de la luna; abandone el anhelo diario de tenerte entre mis brazos ante el susurro de un nuevo amanecer asomándose a la ventana. Llegará un día en el que pida a gritos regresar al refugio de tu piel, al calor de tus besos, al altillo de tus huesos… cuando te vea aparecer por la alacena

Se muere...

El centro de Jerez se muere. Está sentenciado. No tiene remedio; lleva meses desahuciado, y sólo falta poner sobre su lápida vital la fecha de su defunción. Duele escribir con la cólera entre los dedos y la impotencia en los labios, pero más duele ver como el jerezano de a pie mira para otro lado y saca su mirada conformista una vez más. Y como yo escribo en base a lo que siento, y de conformista ya me queda poco, junto palabras desde la rabia, la furia y la resignación que me trasmiten los ojos de esos amigos que en su día apostaron sus ahorros y sus sueños en levantar un negocio en el centro, … y ahora ven cómo el centro se va convirtiendo en un desolador cementerio. Y ya saben lo que uno encuentra cuando visita campo santo: recuerdos, nostalgias, humedades, … Quizás por eso las grandes firmas huyan despavoridas de sus enclaves estratégicos sin mirar atrás, antes de que sus clientes les paguen con coronas de flores. Quizás tenga que ver algo las chapuzas de a