Toda historia de amor tiene una banda sonora, un principio y un final.
A veces nos aferramos a la esperanza de que esa historia vuelva a resurgir algún día de sus cenizas, y la cicatriz se araña por dentro cuando una tarde cualquiera la piel abre los ojos y se da cuenta de que ya no queda nada en ese fuego.
Entonces los recuerdos se esfuman.
Los sueños se pierden.
Y el deseo se agota como una lluvia de pétalos.
Duele, pero uno tiene que ir cerrando puertas para que el alma pueda volver a respirar, pueda volver a ilusionarse, pueda volver a disfrutar cantando carnavales.
Hace unos días yo cerré una de esas historias que uno lleva en su pasado porque en el abrazo que ofrecí sentí que ya no queda nada.
No me lo esperaba.
Ni mucho menos lo buscaba.
Pero a veces la vida sabe cómo susurrar los puntos y final.
Y como sólo se juntar letras, con estas palabras extingo ese fuego, le deseo lo mejor a esa mirada que una vez besé y que tanto bien me hizo y me calzo los zapatos de nuevo en busca de otras huellas, de otros mundos, y de otras banderas por conquistar.
Mis últimas palabras fueron “cuídate” …
Espero que lo haga y gracias por todo.
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