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Mostrando entradas de marzo, 2020

Cuaresma sin latido...

Ahora que el azahar florece sin dueño, los ecos de la noche silencian tambores y cornetas, y los rezos no se santiguan en los bancos de las iglesias es cuando nos damos cuenta de aquello que teníamos a la vuelta de la esquina y no podremos descolgarlo del calendario de los sueños. Este año no habrá bullas por las calles. Ni saetas en los balcones. Ni promesas tachadas sobre el iris de las miradas. Tampoco tendremos cebaduras en los pies. Ni cansancios acumulados en los riñones. Ni regresaremos a casa henchidos de felicidad tras vivir en primera persona aquella  revirá  que una vez nos contaron de pequeño. Y nos faltará descontarle las prisas al segundero. Y guardarnos la estampita de aquel viejo nazareno sin voz que hará de  marcapáginas  sin duermevela. Y nos faltará pellizcarnos el alma cuando la  Esperanza  hilvane a nuestros miedos un nuevo amanecer sentenciado de lagrimas y abrazos. Mientras que los cirios callan sus llamas, los zancos se consumen en olvidos. Mientra

Ese aplauso...

         El aplauso que le dimos la otra noche desde los balcones, terrazas y casapuertas a los profesionales de la sanidad fue una ola de emoción que inundó a toda España. Y es que, en un país como el nuestro, fragmentado política, territorial e ideológicamente, al fin hubo algo que nos v erticalizó . Porque es muy fácil decirle al vecino o al que gobierna cómo habría que hacer las cosas y qué decisiones habría que tomar. Es muy fácil dar soluciones a toro pasado, desde la tranquilidad, sin responsabilidades, con una cerveza en una mano y el mando a distancia en la otra. Es muy fácil reírnos de todo. Somos así. Forma parte de nuestra cultura de barrio, y se agradece tener esa válvula de escape. Pero esto que nos sucede a día de hoy es muy muy serio. Tanto que hasta que no perdamos a un familiar, a un amigo o inclusive a un enemigo no abriremos los ojos.  Por eso, dejemos por unas semanas los posesivos y mastiquemos los demostrativos. Saquemos lo mejor de nosotros mi

De Hebrea...

Con la luna encuaresmada en bostezos, la  Madre de Dios  se despoja de riquezas para revivir en su propia mirada cómo fue la primera de sus  Cuaresmas . Esos primeros cuarenta días de la Historia distan mucho de lo que hoy son, de lo que hoy vivimos, de lo que hoy sentimos. Quizás, el azahar no perfumara las calles de las ciudades tal y como lo hace hoy. Quizás, las túnicas no estuvieran oreándose en los salones o en las azoteas.  Quizás, nadie supo calibrar que la humanidad los reviviría en el tiempo para que el tiempo pudiera así revivirse. Y son los días en los que  María  -vestida de hebrea- descose entre suspiros su pena, alejada de sus atributos de Reina, de su corona de Majestad, de sus bordados de Soberana, … Bajo aquel sol y aquellas nubes, las Escrituras se hicieron de carne y hueso, y la  Madre de Dio s sólo tenia un sencillo manto azul con el que cubrirse los hombros, un pañuelo ajado de impotencias para secarse sus tristezas, y un reguero de

Tota Pulchra Es...

Hay diversas maneras de hacer las cosas.. Y la Hermandad de las Angustias -sus hermanos y su actual junta- ha vuelto a hacerlas como se tienen que hacer. Aunque lo tenemos fácil, sencillamente fácil, teniendo a la dolorosa que tenemos… Porque Ella es capaz de congelar el tiempo, convertir un lunes cualquiera en una pascua florida de domingo o arrebatarle el frio al mes de marzo. Ella detiene las miradas, aunque sea a través de una pantalla de móvil, novedosa manera de inmortalizar una estampa en nuestras retinas.. Ella y solo Ella logra que una muchedumbre se arremoline en torno a la muerte acunada del Hijo de Dios y su piel traspasada de pena sufra lo menos posible. Para el recuerdo quedarán el palio, el rostrillo, el recorrido… Para mis adentros quedará el seguirla una vez más; el ver cómo su dolor perfumó de nuevo la Corredera, el sentir mis lagrimas corretear al verla en su humilladero y sentirme pleno, gozoso, lleno… Me quedo con su figur

En el Sur...

          Desde hace unos cuantos años, mi patria se reduce a las cuatro calles donde vivo. Mi bandera ondea por cuaresma cuando mi madre orea mis túnicas de penitencia. Y mi himno es cualquier copla de carnaval. No necesito mucho más para sentirme ciudadano del mundo. Nací en esta tierra como podría haber nacido en Triana, en Toledo o en París, pero llevo con orgullo mi acento jerezano. Y este acento del que presumo hunde sus raíces en un rincón del sur. Y es que en el sur los vientos se pelean entre ellos, el sol busca  La Caleta  o  Doñana  para morir y los silencios de una plaza de toros hacen enmudecer al mismo miedo. En el sur, las ropas se secan al aire de las azoteas, la risa es el mejor antídoto para acabar con los problemas y nunca falta un abrazo para que el frío se ahuyente por sí solo.  En el sur también nos levantamos temprano para ir a trabajar, también sudamos tinta china para almorzar con un mendrugo de pan y brindar con un buen vino, y en el sur tambié