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Mostrando entradas de enero, 2020

Y Tino volvió...

Cuando  Tino  dejó en una bambalina del Falla su reloj detenido por las emociones, el  Dios Momo  sabía que su regreso al templo de las coplas sería cuestión de tiempo. Un tiempo que se precipitó por el callejón de las ausencias, por aquella lanza que una noche él sintió cómo le quemaba la razón y por la falta de esos besos que -al consumirse en un adiós eterno- le hizo detenerse en los pasos de su infancia. Es lo que tiene el tiempo, aliados que susurran al oído de qué color son los coloretes que a uno le hace sentirse feliz; y  Tino  es feliz haciendo carnaval. Por eso ha regresado… Para sentirse feliz. A su manera, a su estilo, a su libertad.  Escribiendo lo que su guitarra y su voz hablaban bajito en el  lavaero  de sus tardes y en el  tic-tac  de sus silencios, sin más pretensión que desandar el sendero del adiós para regresar a Cádiz… su Cádiz. De ahí esa música de pasodoble, ese tipo abocetado sobre una orilla del mes de febrero, o ese forillo de piedra

Si yo supiera...

Esperanza,  si yo supiera pintar… te pintaría como  Tú  y solo  Tú  te mereces, sin tener que recurrir a verte reflejada en el espejo de nadie, porque para eso eres la  Esperanza  de Jerez de la Frontera. Y es ahí precisamente donde radica  Tu  grandeza. En la personalidad que irradia tu aura. En el tesoro que guarda tu mirada. Y el horizonte que se dibuja cada vez que alguien te nombra, te busca, te suplica…   Y en el cartel que anuncia mi Semana Santa de este año, pues no te veo. La técnica utilizada será perfecta. La composición será de libro. Los colores serán los adecuados… Pero yo no te veo  matita de yerbabuena . Ni a tu barrio. Ni a tu gente. Ni veo lo que eres y lo que generas. En definitiva, no veo lo simple de tu Gloria… no sé dónde la han dejado; o en este caso, dibujado. Hace un año dije que el arte es subjetivo. Y sigo defendiendo este planteamiento. Pero el problema que tengo con este cartel recién estrenado es que ni me llega ni es original, y que co

La Ilusión...

Siempre que llegaba la  Noche de Reyes , dejaba para el final el irse a descansar, mirando por las ventanas del tiempo cómo el frío se acurrucaba entre papeles de regalo. Sonreía al sortear el reguero de caramelos repartidos por el suelo. Comprobaba que los vasos de leche estaban preparados, y colocaba un par de servilletas junto al plato de galletas, por si acaso alguna túnica se manchaba. Sentía que su trabajo estaba llegando al final cuando buscaba la luna en la oscuridad de los horizontes y ésta dibujaba en el cielo un puñado de estrellas nerviosas, de esas que no paran quietan, de esas a las que les costaba conciliar el sueño. El sueño… ese caballo de batalla que todo el mundo intentaba dominar en la noche mas mágica del año.  Porque magia era lo que se respiraba en la  Noche de los Presentes.  Y lo hacía todo aquel que tenía un alma noble y que palpitaba a destiempo esperando a que el alba se despertara y la mirada se le volviera a desvestir con aromas de infancias.