He visto a hombres como castillos llorar por ellacuando la han rozado con los dedos y el sueño ansiado se convirtió en una eterna pesadilla.
He visto a la felicidad corretear de un lado a otro de una grada cuando el pitido final se hizo presente y la gloria se hizo gloria más allá de los abrazos y las creencias.
Ella es la soñada y la querida.
La adictiva y la que te da la inmortalidad.
La que todos quieren tener.
Por la que todos luchan.
Por la que todos sueñan.
Ella es una dulce melodía al principio y un tango desgarrado al final cuando puedes bailar de su cintura alrededor de un estadio donde sólo estáis tú y ella.
Por ella los silencios, los nervios, las taquicardias del corazón.
Por ella el querer sempiterno de noches de invierno y tardes de primavera.
Por ella, hasta la pelota se deja arrastrar por el fango, por la lluvia y por el aire si al final del camino son sus brazos los que acunarán sus moratones.
Ella es la historia de amor más bella jamás escrita por ciudades, por aficiones, por banderas;
por escudos, por jugadores, por nietos y abuelas;
por padres, por hijos, por todos los que alguna vez regresaron a casa con un balón bajo el brazo y cientos de heridas en las rodillas.
Ella es ese amor que nunca se olvida.
Esa estrella que luce más que el sol sobre pechos de gladiadores.
La princesa de un cuento donde el que la consigue besar, se convierte en algo más que un simple caballero.
Por eso… ¿cómo no te van a querer mi vida?
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