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Glosas Semana Santa Sevilla 2020



Viernes de Dolores            Goterones de extrarradio

Mas allá del horizonte de la ciudad, Dios se hace presente entre ropas tendidas a media asta y vecinas asomadas a la calle con las arrugas de los años tapadas por delantales de cansancios.

La calle de la amargura es un mapa para misioneros amparados al reflejo de las nubes; la Madre escogida por el cielo se aferra a la llama de su Amor para no perder la cordura; y todos los dolores del mundo se vuelven compasivos cuando alguien pronuncia, junto a la vista más bella del atardecer, el Dulce Nombre de María. 

La Pasión y Muerte de Cristo rachea sus silencios por el arrebal de los suspiros, y la Corona que le ciñeron al lienzo de las Escrituras sobre su cabeza se vuelve del revés cuando silabean su nombre en el Sagrario imperecedero de la memoria.

Viernes de Dolores… el lugar donde los cirios dibujan sobre la ciudad goterones huérfanos de fronteras.




Sábado de Pasión                   Ensoñaciones de barrio..

La veleta de los rezos se desorienta sin rumbo fijo sobre los cielos perdidos de la Ciudad, pero encuentra su norte un segundo antes de entreabrir los portones de los milagros.

Los cortejos de los nazarenos aún no están encorsetados. El incienso sabe a visita con billete de regreso. El sol inclina sus reflejos entornando lentitudes por el segundero de las nubes.

De ahí que Jesús ante Pilatos acepte su cautiverio entre las huellas doloridas de sus vecinos; de ahí que el Señor de la Esperanza levante puentes como cuentas de un rosario descolgado de algún cabecero de cama; de ahí que por San José Obrero todos seamos cirineos y sigamos las huellas maestras del Hijo del Carpintero.

Por el Parque Alcosa, Dios diviniza su perdón...
Por Padre Pío -a eso del mediodía- la Salud y la Clemencia se enroscan por las galerías del alma…
Y por San Jerónimo, hasta las cicatrices del Nazareno saben a rescoldos de Misericordia… 

Sábado de Pasión… el día que el cristal de las ventanas refleja, sin prisas, silabeos apasionados de nervios.




Domingo de Ramos                  Promesas de azahares

      El reloj de pulsera de la Ciudad se detiene en el inicio del fin cuando las palmas con perfume a cenizas se asoman a los balcones de los estrenos.

Aunque este año todo tiene un amargo sabor a nostalgia robada con precipitación y malaje, muchísima malaje.

Por eso, este año la rampa del Salvador está huérfana de saltos y de cuellos estirados en busca de Zaqueo. En la collación de San Juan de la Palma, Herodes mira al cielo y no entiende absolutamente nada. Y la Valiente ananea una canción de cuna con las manos a veces entrelazadas, a veces abiertas en jacintos sin lágrimas.

Jesús Despojado nadie lo esperará por Molviedro. Por el Porvenir, nadie surcará sus huellas para ver cómo la Paz sombrea acentos sudamericanos entre lienzos blancos. Y en los Terceros, nadie verá cómo Dios alza su vino y su pan; quizás sea un buen momento para que Judas no se traiciones a si mismo.

Las lagrimas de la Hiniesta sabrán este año a escarnio sin cura; las de Gracia y Esperanza, hundirán su sabor en terciopelos sin costuras; y las de la Amargura, esas lágrimas sabrán eternamente a una locura macerada por demencias. 

Domingo de Ramos… el día en el que el Amor destripa sus entrañas para alimentar nuestras huellas de barro.




Lunes Santo                                  Un Museo sin paredes

      La Ciudad y el Lunes Santo se citan, como amantes descalzados, en medio de un par de bullas y unas cuentas revirás para romper en dos la ciénaga de sus quereres.

Mientras San Gonzalo es una raya de capirotes blancos sobre las aguas de Triana, navegando entre izquierdos y alardes; un beso traicionero pone -del derecho y del revés- a un misterio de caoba rendida que descubre todos los nudos de la Fe a tumba abierta.

Mientras que Guadalupe llora a mares por la gubia de sus entrañas; por San Vicente las penas son abrazos derrumbados, vertidos, despeñados…; y por el Tiro de Línea, la Virgen de las Mercedes remienda abandonos al dobladillo de las manos cautivas de su hijo.

Y mientras que, por San Pablo, Jesús va al cadalso de la Catedral en un cautiverio rescatado por unos ojos verdes; en San Andrés, una gota con sabor a rosa de vida florece de entre las sepulturas de las sinrazones; y en el quiebro roto de la Virgen de las Tristezas, la tristeza es un desvarío sin mesura de la verdadera cruz de Cristo. 

Lunes Santo… en las blondas de la Virgen de las Aguas se escriben los delirios de la noche y los espasmos de una Madre, con la mirada perdida y los ojos enclaustrados en lienzos sin enmarcar.




Martes Santo                       Dios duerme entre miradas

      No creo que exista carrera universitaria más bonita que la que el cofrade cursa sin tener que ir a la Universidad, graduándose Cum Laude en la misma esquina de siempre y esperando a enmarcar una nueva papeleta de sitio en el ojal de sus promesas.

Así es la fe, y así es Sevilla. La que encomienda sus pasos y silabea tener Buen Viaje,aunque sólo sea para ir a comprar el pan; la que determina que un Cerro es el lugar idóneo para abandonarse en la humildad de un abandono; la que sabe que en los ojos de la Candelaria se pueden leer las arterias tabuladas de su alma.

Por eso Sevilla presenta a Jesús en una calzá sin vítores, con la sangre recorriendo las encrucijadas de sus calles y encarnándose en una pena que descompone al cielo; por eso las bofetás tienen un sabor a Dulce Nombre, aunque jamás lleguen a escucharse y le den la espalda al mundo; por eso el Cristo de las Misericordias entorna sus ojos al horizonte de la vida, y el de los Javieres los entorna al ocaso de la muerte.

Martes Santo… el día que -en el Paraninfo de los rezos- el Divino Catedrático vuelve a enmudecer con sus sombras los delirios y la Angustia de las palabras.




Miércoles Santo                            Ecuador de Palabras

      La Ciudad tiene unas reglas no escritas sobre los adoquines de los vientos que, al palparse con la yema de los dedos, se alojan en una esquina del segundero de sus emociones.

Segundero que hilvana Misterios Dolorosos a cuentagotas tras el cristal de los rezos. O se refugian en la cintura de un Cristo de la Salud adormecido entre nubes. O determinan que el Buen Fin de las derrotas se trazan sobre una Palma acallada por preguntas. 

Emociones que se desbordan, como se desborda la sangre brotando del costado del Hijo de Dios por una lanza sin espinas. O se anegan cuando el aire inspira los silencios del Cristo de Burgos cuando nadie lo ve llorar. O se desbocan cuando una Piedad media recluida por locuras intenta dormir al Hijo de sus entrañas al son de viejas cornetas.

Las reglas, esas directrices que se quedaron prendidas al olivo mudo de las gubias de Castillo Lastrucci, y que calman la Sed de los sevillanos cuando un rosario, con sabor a levante, consuela por Nervión a todos los desterrados de Eva. 

Miércoles Santo… el día en el que las Palabras son siete, como siete fueron, son y serán los dolores de María, o los colores del arco iris, o las notas musicales, …




Jueves Santo                                      Espejo de Pasiones

      Hay verbos que el cofrade mastica entre la muchedumbre de la Ciudad en torno a las gubias de los amores fraternos, siendo la misma Ciudad la dueña de entrelazar esos verbos sobre los zaguanes de los labios cuando alguien los evoca sin apenas abrir la boca.

Es lo que tiene alimentarse de la belleza, de los recuerdos, de los versos machadianos de la tarde.

De ahí que la vieja Híspalis fundara una dolorosa en torno a un enjambre de Ángeles para ennegrecer su boca. Exaltara un destierro como un olvido para llorar como pleamares alrededor de caballos sin Lágrimas. Y sienta como una Victoria propia los azotes de una columna de piel con olor a tabaco, cuando los ecos de la noche mudan sus remedios en color púrpura.

Y es por eso que, en las cuentas de los Rosarios de los sevillanos, se pueden leer los reversos de sus propios olivos. En la Quinta Angustia de las espadañas, descienden a chorro vivo todas las callejuelas del dédalo sin fronteras de los espasmos sin retina. Y en el Valle de suspiros y silencios de sus cimientos, la Ciudad deshoja espinas y alfileres a partes iguales para tallar un rostro que le devuelva la fe al anunciar sus miedos por los callejones del hambre.

Jueves Santo… el Verbo que duerme en el Salvador mantiene una Pasión con la Ciudad cada vez que ésta respira... haciendo enmudecer a sus mercedarios latidos cada vez que alguien agacha su mirada.




La Madrugá                                Orillas de Esperanzas

      Si alguien osara leerle la buenaventura a la Ciudad, ese alguien tendría que hacerlo cuando la noche es un revuelo de plumas y concordias, y el sueño duerme en las parras sin dueño del altozano de los bostezos. 

Al desandar y andar por esa mano, uno vería cómo en la línea del destino una cruz de carey, al hombro y del revés, estuvo concebida para que el Hijo de Dios defendiera con su sangre y sus Silencios lo que el Cielo le tenia reservado.

En la del corazón, uno puede encontrar la zancada poderosa del Cisquero, del que Todo lo puede, del que lleva en su sien las llaves con las que abrir los cerrojos de las horas; en cada una de sus huellas late Sevilla. Late el presente, el pasado y el futuro. Late lo que pudo haber sido y nunca llegó a ser. Late la vida.

Si recorres la línea denominada de la cabeza, encontrarás la del Señor del Calvariohundida sobre su pecho, descontando una a una las humedades a su carne muerta y a su exterminio de barnices.

Y en la línea de la vida, están Ellas. Una al principio. La otra al final; Una siendo el norte. La otra zurciéndole moratones al sur. Una hilvanando ferias y resolanas. La otra descosiendo purezas entre solos de cornetas. Una llorando por una Sentencia sin vuelta atrás. La otra viendo cómo su Hijo cae tres veces cada vez que alguien lo nombra. 

En Ellas dos discurre el río que alimenta la fe de la Ciudad.


La Madrugá… si algún día regreso a besar el talón de Señor de los Gitanos, que alguien me pellizque con un alfiler color verde sobre todas las líneas de mis manos, y que me susurre al oído que, las lagrimas de ese encuentro, no son de barro.




Viernes Santo                              Hilvanes de Mortaja
      
Y los cielos perdidos que una vez Velázquez pintó mudaron sus barnices al negro. Y los que esbozó Murillo en una estraza del tiempo lloraron al sacudirse de los pinceles entre malvas oscuras. Y de ahí, todo lo que los demás pintores pinten tendrá olor a sombra. Color a ocaso. Luna de crepúsculo.

Eso es lo que se respira al ver al Señor de la Carretería trazar toda la tarde sobre las vísceras de las preguntas sin respuesta. Lo que la Virgen de la O va pespunteándole al puente de barcas, a la Ciudad sin espejos, al Señor cargado de nuestros pecados mundanos. Lo que la Soledad va gritando por los callejones de los espasmos sin abrir la boca, sin agachar la cabeza, sin mirar a nadie.

Es lo que Dimas escucha de los mismos labios del Señor vivo, en una conversación anclada a la eternidad tras cada pellizco de nube. Es lo que la Virgen de Loreto bosqueja sobre el aire cada vez que escucha una nueva caída de su Hijo. Es lo que una Piedad de madera intenta verbalizar entre mortajas, clavos y Marías, ... y nadie es capaz de calmarla porque nadie calma como lo hace Ella. 


Viernes Santo… el filo de la gubia de Ruiz Gijón talló ese instante en el que el corazón del Cachorro empezó a detenerse y dibujó sobre sus pupilas un vacío negro, una mirada negra, un fin del mundo negro.




Sábado Santo                              El entierro del Sol
      
El inicio de nuestra Historia viene determinado por el nacimiento de un Hombre que, el mismo día, y en la misma Campana, es capaz de refulgir como el Sol, siendo a su vez el Varón de los varones, y caminar horas mas tarde enterrado en lagrimas e inciensos.

Esa misma tarde, la Esperanza vuelve a apuntalar los zaguanes de la noche, en torno a las Llagas de un Cristo acabado y sin ganas ni de mirarse.

El Señor de la Providencia va escuchando el susurro leve, apagado y sin eco de una Madre rota por las Escrituras y acompañada sólo por los vencejos del cielo.

Y una urna de cristal lleva en su interior al Principio y al Final de nuestra existencia, en un funeral de estado cofrade que aniquila en dos a los silencios, a los suspiros, a los puntos suspensivos, …

Sábado Santo… detrás de todo latido, existe un corazón de Madre donde la Vida se desahoga, se llora a oscuras, se descose de aliento para afuera; la Soledad de San Lorenzoes el epílogo perfecto para que el tiempo se desboque entre cadenas y acabar así un capitulo más de nuestra Historia. 





Domingo de Resurrección                       Aurora de Vida
      
       Todas las piezas del puzle vuelven a su sitio. Todos los sitios regresan como piezas para comenzar de nuevo. 

El Señor envuelto en Glorias y Alabanzas despierta del sueño amortajado de tres días. Y lo hace lleno. Henchido de Vida. Abandonando tras de sí un sepulcro negro y oscuro, rompiendo en luz la oquedad de la mañana, y determinando que El y sólo Él es la Auroraque siempre ansiamos, que más necesitamos y que nunca nos puede faltar.  

A medio segundo de que todo acabe, un nuevo horizonte se vislumbra en las aceras de las nostalgias, en los arroyos de los escombros, en las ruinas por desempolvar con ceras y pabilos, … envolviendo en delirios las cicatrices que el tiempo no logrará jamás supurar, a pesar de tener toda la eternidad para ello.


Domingo de Resurrección… somos cofrades porque Él existe. Él regresó. Y Él vive. Entre nosotros. Por los siglos de los siglos. Amén.

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