Me asomo al calendario y veo como en su día remarqué, con un rotulador negro, que hoy es Domingo de Ramos.
Quizás el color negro fuera un vaticinio de lo que nos quedaba por vivir o quizás todo lo que estamos viviendo sólo sea un sueño con tintes oscuros.
Pero es que yo soy nazareno de negro. Y hago estación de penitencia los Domingos de Ramos.
En ella, acompaño a una virgencita pequeña que lleva en sus brazos al cadalso de mis penas, al faro de mis luces, al norte de mis mares.
Ella va delante. Y yo voy detrás.
Ella camina. Y yo le voy rezando.
A Ella le duele al alma de tanto llorar. Y Yo lloro cuando algo me duele.
Y esta vez duele el no verla. El no sentirla. El no estar cerca de su aroma.
Que alguien me zarandee porque no me creo que la que un día será mi mortaja este año se ha quedado en un altillo de casa, descosiendo entre silencios una papeleta de sitio y preguntándome por mis espartos, esos que esta primavera se han quedado sin visitar los adoquines de mis pensamientos.
Hoy no habrá rosario en mis manos. Ni buscaré miradas cómplices en mi recorrido. Ni suspiraré porque el tiempo se alargue cuando la luna se asome al precipicio de los naranjos.
Esta tarde no veré a la cofradía deambular por la capilla del Humilladero una vez que las puertas del templo se hayan abierto.
Y no me desnudaré por dentro los miedos, ni recontaré las ilusiones, ni me desangraré los labios sonriendo y suplicando que la noche no avance por las esquinas del aire.
Ni buscaré esa mirada que me conoce por los andares. Ni renegaré de mi fe cuando los cansancios me acribillen los riñones. Ni regresaré a casa por el camino más corto roto en lagrimas de felicidad.
Qué distinto está siendo todo este año Dios mío.
Y qué no daría yo por vivir los nervios de siempre correteando por mi cuerpo justo al vestir la túnica.
Pero cuánto te estoy rezando Madre mía…
Sin tenerte delante..
Sin otear tu canasto..
Sin tener que franquear tu puerta..
Tan solo con tu recuerdo y con la letanía de una promesa.
Una promesa sin escribir y en la te prometo que iré a verte cuando todo esto acabe para darte las gracias. Agachar la cabeza. Brindar por la vida. Y decirte que te quiero. De la única manera que se quererte. A quemarropa. Sin reloj de pulsera. Y con los pulsos acompasados por la niña de tus ojos.
Esos ojos que tanto necesito, y que son los dueños de este negro y oscuro corazón.
Feliz Domingo de Ramos..
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