En sus caderas, el silencio gritaba.
Sobre su espalda, la pasión se agitaba.
En torno a su cuello, el tiempo se deletreaba.
Y en su boca…
en su boca la vida se hospedaba
como un jardín de rosas rojas
como un horizonte de entrañas
cuyo nombre era un suspiro
y entre suspiros siempre, siempre, siempre, siempre…
la encontraba.
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