El tiempo nos lo ha puesto difícil Madre, pero, por fin, pudimos llevarlo a cabo; aunque sólo fuera por unos instantes, el sueño se hizo realidad.
Apoyándome en la horquilla, y mirándote de perfil, el viento de aquella Madrugá nos trajo recuerdos de mi niñez, de mi juventud, de mi adolescencia,...
Recuerdos como el de aquella primera vez que entré en tu capilla, y besando tus manos, le pregunté a mi abuela:
- ¿Cómo se le quita la pena a la Virgen?
Recuerdos como el de la primera horquillita, el del primer cíngulo amarillo -que arrastraba por todas las calles-, el de los primeros guiños a la amistad, que se forjaban tras la cruz de guía, bajo el tintineo de una campana...
¿quién en la hermandad no ha hecho sonar esa campana?
Luego, fui creciendo, abrazando faroles, Senatus, llevando a San Juan sobre mis hombros... ¡ si hasta he puesto música a tus andares de Madre desconsolada!
Pero ya no podía más, y Tú bien que lo sabías Madre.
Ha sido mi sueño desde que de Ti me quedé prendado.
Y este año, en Catedral, saqué fuerzas. Te miré de frente, y me devolviste la mirada, te la sostuve, y sonriéndome, me dijiste:
- Anda, acompáñame un ratito.
Y te acompañé. Fueron sólo un par de chicotás, llevándote por tus calles, pero con ellas me bastaron para pasear por los cielos.
Esas chicotás bien sabes que valen una vida de espera.
¿Y aún dudas de que te quiero?
Si esperé media vida
para sostenerte la mirada,
y otra media vida esperé
para llevarte sobre mis hombros.
Si cuento las horas que faltan
para gritar a los cuatro vientos,
que eres Tú la Madre de Dios
y que te llevo en mis pensamientos.
Si al terminar la Madrugá
ya te estoy echando de menos,
porque te tuve tan cerca
sintiéndote en mis adentros.
Porque hoy soy lo que soy
y de Ti me siento preso;
por que hoy, igual que ayer,
seguiré diciéndote que te quiero.
NOTA: de los primeros artículos que escribí en el Boletín de la Hermandad de Jesús Nazareno, de Jerez de la Frontera
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