Amo a Cádiz.
Por encima de muchas cosas.
Por encima de la distancia y el carnet de identidad.
Y ese amor peregrino se forjó a partir de los carnavales, esa puerta que la Tacita de Plata entreabre a propios y extraños para que tomemos con ella un café cuando el sol va a morir en la Caleta.
Pero por año que pasa, no sé con qué quedarme…
Serán los carnavales que llevo encima..
Serán las arrugas de mi piel..
O será que ya no se ni lo que quiero…
Porque… ¿con qué me quedo este año?
¿Con las grandes, que son grandes porque lo llevan en la masa de la sangre… y todo lo que las rodea en sí las hacen grandes… o me quedo con las que no tienen nombre, pero también son carnaval?
¿Me quedo con el chiste zafio y efectista del momento… o me quedo con la broma inteligente que tardo dos segundos en pillar?
¿Me quedo con el otro concurso, el que se vive en redes sociales donde hay doctos en la materia y que algunos pretenden controlar como si fuera el entorno que manejaba como nadie Cruyff… o me quedo con la mala baba que tienen los que no saben rimar Logroño con cantar?
Cádiz… ¿con que medo este año…?
¿Con el pasodoble de medida que al llegar mayo suena cansado… o con el final de popurrí con las gargantas a medio rajar?
¿Con lo que siento o con lo que sienten los demás?
¿Con lo que pienso o con lo que no soy capaz de pensar?
¿Con lo que me das o con lo que me quitas?...
Cádiz es mucho más que un pito de carnaval, un tipo o un estribillo.
Quédate con eso.
Con lo que te regala sin mirar quién eres.
Con lo que te da sin poner la mano para cobrarte nada.
Con lo que te ofrece para que la conozcas. Te enamores. Puedas vivirla sin mapa de carretera alguno.
Ainssss Cádiz… al final consigues que siempre me quede contigo..
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