Cuando la historia se siente frente por frente al espejo de la memoria, la misma memoria, con parsimonia y saboreando el momento, podrá contarle a ésta qué fue lo que sucedió en la ciudad de Jerez la mañana del catorce de septiembre de aquel año denominado de la Fe.
Podrá decirle, entre otras muchas cosas, que por la noche hubo un barrio que apenas pudo conciliar el sueño, pues en pocas horas estaría de vuelta la dueña de las persianas y las veletas; podrá relatarle, cómo sólo sabe hacer aquel que pone el corazón en las palabras, que unas 1500 personas rompieron en una salva de aplausos al ver cómo sonríe un lucero del alba, y podrá susurrarle, entre caricias y pellizcos, a qué sabe el aroma de la esperanza cuando Ésta se queda a vivir por un rato aquí, en la tierra para alegría nuestra.
Las agujas del tiempo fueron las culpables de todo esto cuando se detuvieron sobre las naves de la Santa Iglesia Catedral entorno a las once y veinticinco de la mañana para enmarcar, con sus nervios, sus alegrías y sus lágrimas el momento culmen del Pontifical de Coronación Canónica de la Esperanza de la Yedra, precedido éste por el Excmo. Y Rvdmo. Sr. D. José Mazuelos Pérez, Obispo de la Diócesis de Asidonia- Jerez, y concelebrado junto al Obispo de la Ciudad de Gerona, Don Francesc Pardo i Artigas.
Encuadrada en una ceremonia que con el paso de los años todo el orbe cofrade sabrá reconocer por una organización sobresaliente y una puesta en escena que marcará un punto de inflexión en cuanto a las coronaciones canónicas, la Hermandad de la Yedra abrió de par en par sus brazos para compartir con toda la ciudad el momento que tras años de espera y tomos de expedientes se estaba a punto de vivir.
En las retinas del recuerdo quedarán, para siempre, las lecturas escogidas para la ocasión, el sonido de la orquesta y el coro de la Capilla Musical Catedralicia de Jerez, la mirada de Ismael Jordi al rezarle un Ave María con su medalla de la corporación al cuello, la Homilía que rememoró aquel pregón donde varios pregoneros dejaron claro cómo un barrio vive su fe,… y para el recuerdo quedarán las palabras de agradecimiento de un Hermano Mayor que, gota a gota, fue salpicando los corazones de los presentes para que, sin que nadie tuviera más que decir, buscáramos en los reflejos de las vidrieras a aquellos que tanta faltan nos hacen por estos pagos.
Sobre las sienes de su cabeza ya luce, orgullosa, tímida y esperada una corona de oro forjada con historias mundanas, con susurros de dolor, con esfuerzos y mosqueos, con rezos y promesas, siempre al amparo de esa ancla que, en un par de horas, inundará de Esperanza las calles de una ciudad a la que, sin que nadie se lo diga, se le ha cambiado hasta el color de su cara.
La Virgen de la Esperanza, después de pasearse por San Miguel, por la Basílica del Carmen y de morar durante una semana en la casa de la Virgen de los Dolores, anda recogiendo sus pañuelos, sus rosarios y sus alfileres para poner rumbo a su casa; lleva demasiado tiempo alejada de la presencia de su hijo, y ya le está echando en falta.
Eso sí, cuando su hijo la vea, al fin podrá verla coronada.
P.D.: La Coronación de la Virgen de la Esperanza de la Yedra la cubrí para espaciodigital.es, un medio digital del Puerto de Santa María; aquí está la crónica que hice ese mes de septiembre del año 2013.
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