Esperanza, hoy desangro estas palabras para que sepas como estoy.
Hoy entreabro mis duquelas de silencios para darte las gracias por todo lo que me diste.
Hoy he vuelto a sonreír, y esta noche quiero volver a ver cómo la luna se vuelve a bañar desnuda sobre la playa, y contarle bajito a qué saben los susurros de la soledad.
Esperanza, hace unas semanas me concediste aquello que te pedí a lágrima viva, y lo hiciste a tu manera y marcando tus tempos, pero ese sueño de enamorado se esfumó de entre mis dedos.
Yo quise creer que era mi momento, pero no lo era.
Yo quise entender que con amar es suficiente, y con amar no basta.
Yo quise -simplemente- que las cosas por una vez en la vida me salieran bien, y que alguien me quisiera, pero ya ves…
Ha pasado el tiempo, y ya no huyo de mí mismo ni de los ecos de mi pasado. Me hago cargo de mis errores. Acepto mi derrota como el hombre que soy. Y estoy empezando a vivir en el presente.
Esperanza, tu conoces mejor que nadie lo que te pedí aquella tarde y quien es Dolores…
A ella, desde aquí, le doy las gracias por todo lo que me dio. Lo que me enseñó. Lo que pude vivir a su lado.
Pero, sobre todo, le agradezco lo que supo ver en mí.
Toda la felicidad del mundo cabe en los ojos con los que me miraba.
Y jamás he escrito con más simplezas que cuando lo hice sobre su espalda.
A diferencia de este simple juntaletras, ella irá a verte para mirarte a tus ojos color calma.
Prométeme que se la vas a dar, que la vas a cuidar y ofrécele una felicidad que se merece… porque ella se lo merece todo.
No en vano, a día de hoy puedo decir que ha sido el amor de mi vida, la mujer que más he amado entre sombras y luces y con la que más injusto he sido a la vez.
En su momento le pedí disculpas. Convivir con miedos y sin saber qué hacer no es fácil de gestionar. Pero sé que sin mí la vida le va mejor… así que no le sueltes la mano.
Y ahora Esperanza, toca aprender a vivir sin ella.
Al igual que estoy aprendiendo a vivir sin mamá.
Con que mijita de guasa dibujas algunas primaveras Esperanza… porque sin el sostén de ellas dos… la vida es menos vida.
Pero hay que seguir caminando.
Las cicatrices son grandes, te lo puedo asegurar, pero me tengo a mí. A mis ilusiones. A mi fe. Y a la confianza de ser mejor persona cada día.
Tengo a mi niño, que se abraza a mí cuando me ve, que juega al fútbol mejor que yo, y que lo mismo me entona un estribillo que se pone de capataz o de acólito.
Tengo un trabajo que me llena; sé que saldrá bien la apuesta que he hecho y créeme que dejaré huella en esos pequeños.
Y tengo el don de escribir, con el que quedo por las tardes para darle forma a relatos, poemas y deshojar con calma esa novela que sí o sí algún día la tendré entre mis brazos; será la primera de unas cuantas más.
Esperanza, he puesto una hucha para el Camino de Santiago. Me lavo y me plancho mi ropa con la tele de fondo. Tengo fecha para mi primera carrera como runner de barriada. Y estoy sanando, despacio, muy despacio, pero lo estoy haciendo.
He vuelto a nadar. A quedar con amigos. A compartir lo que hago… Y lo de Roma… ya veremos cómo lo hacemos.
Esperanza… me estoy dejando la piel para salir de donde estoy.
Esperanza, que no te cuenten otros mis verdades, que mis verdades solo te las cuento yo.
Esperanza, perdóname que no vaya a verte por un tiempo, pero no puedo. Aun no puedo. No soy capaz de mirarte a los ojos… Ni sostenerte la mirada… Ni cogerte de la cintura y perdernos por los callejones de la memoria.
Al final, nuestro amor tendrá que ser un amor de perfil.
Pero no dudes de que te quiero.
Aunque mi sangre no sea verde.
Ni mis sueños se despierten al alba.
No dudes, jamás lo dudes, de que te quiero…
Pero Esperanza, yo sólo sé quererte a mi manera, renaciendo de mis cenizas a fuego lento.
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