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Las Calles

 

Decía el poeta que el caminante hacía camino al andar, y nosotros los cofrades nos hacemos creyentes al perseguir a Dios por las calles.

 

Todos alguna vez nos hemos detenido en alguna costura de la ciudad y hemos cerrado los ojos, rememorando un Martes Santo por calle Justicia, un Viernes Santo por la calle de la Sangre o hemos vuelto a pisar ese rincón donde los olvidos resucitan al compás de las preocupaciones.

 

Las calles guardan el aroma de lo efímero…

 

Están ahí para soportar y soportarnos…

 

No dicen nada, y al releer sus rótulos nos lo dicen todo.

 

Las calles habitan entre nuestros recuerdos como aquella vieja caja de zapatos con estampitas que acuna toda una vida…

 

Las calles serpentean los sueños de las huellas cuando las huellas serpentean por ellas.

Tornería, Pozuelo, Latorre…

 

Carpintería, Higueras, Bizcocheros…

 

Ancha, Guadalete, Merced…

 

Ponce, Letrados, San Miguel,

 

Calles con nombres cuyo apellido son revirás de ensueño…

 

Calles que trasminan el Dolor de una Madre bajo palio cuando el cielo pare estrellas…

 

Calles que nos itinerean los pulsos, que nos devuelven a la infancia, que acuchillan a los pies…

 

Cadalsos de saetas

 

Balcones de miradas

 

Bullas de impaciencias

 

Las calles nos llevan al vórtice de la fe cuando la tarde muda repelucos de inciensos…

 

Las calles empedrean latidos cuando la Esperanza se posa sobre ellas…

 

Las calles ven, asisten, asienten esta pasión que dormita en el rostro de un Dios que hace que nuestra vida merezca la pena ser vivida tras un antifaz, una molía, un micrófono o una bulla.

 

Las calles son el escenario ideal para que el Hijo de Dios se haga más cercano cuando el calendario marcea noches.

 

En las calles uno se topa con el verdadero semblante de la palabra cofradía.

 

A las calles ni le falta ni les sobra nadie. 

 

Son lo que son, ese tablero de ajedrez donde jamás llegaremos a hacer tablas con los que mandan…

 

Muy pronto las calles volverán a ser esa Judea de adoquines donde los relojes se erizarán, las prisas se calmarán y los izquierdos o las levantás serán un calambre en la espalda. 

 

En nada volveremos a enamorarnos de ellas, a perdernos en ellas, a volver por ellas…

 

En nada ellas serán las cómplices perfectas para nuestras huellas imperfectas…

 

En nada, los tiempos y los espacios se quedarán a dormir sobre nuestros itinerarios de sombras.

 

Las calles… el hueso de la ciudad que un año más arropa las sábanas de nuestros sueños. …







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