Cuentan que en una enagua de Remedios la vida
transcurre como transcurre una cicatriz de nostalgias, como una lluvia sobre
una maceta descosida en un patio de vecinos, como una sombra que el sol talla
con la gubia imperfecta de las añoranzas.
A
veces me la imagino ahí, sentada en un banco de su soledad, tejiendo un cordel
de Amor
con restos de lana blanca, esperando que todos los abrazos que caben en la
grafía de la letra O se salden cuando la luna se asome a las tapias defensivas de los
recuerdos.
Otras
veces me da por soñarla saliendo de su convento enclaustrado con las prisas en
los zapatos, llegando al barrio de San Mateo para confesarse bajito ante una Madre
Desconsolada, mientras San Juan supura las heridas de una espalda
quebrada en torno a riachuelos de muerte.
Y
este Martes Santo me la encontraré bisbiseando Salud por aceras nuevas,
calmará sus tormentos cuando el palio de la Esperanza doble la
esquinas de las traiciones y se hará Humilde y se hará Paciente
ante el escarnio de ver a su propio Hijo esperar a ser crucificado en un madero
de despojos.
Martes
Santo, el día en el que una
lágrima aguada tiñó de sueños una Cruz del sur del Sur..
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