Tengo una cita de nuevo en la calle Bizcocheros con
los pliegues de mi alma, esa parte de mí que solo la dueña de la pena amarga
deshilvana a su antojo.
Cuando
Ella
me divisé entre la multitud, ambos sabremos que tenemos la eternidad y un poco
más para trazar nuestros nombres sobre la estraza de un suspiro..
Cuando
suspire por su nombre, la eternidad sentirá cómo la diviso entre las sombras de
la multitud..
Cuando
me aposte en esos adoquines de alamares, mi mirada estará henchida de Consuelo,
los zapatos reposarán desgastados de perseguir el trono de Caifás y mis labios se
habrán agrietado por dentro al preguntarme mil veces si hay Justicia para el
traslado de un Dios muerto y rendido.
Y
me marcharé de su lado con ganas de volver la vista atrás y recogerme los
espasmos y los silencios, esos mismos que se liberarán cuando caiga la noche y
me pierda en Dolores, esa dolorosa que se lleva todo el camino recogiendo
piedras caídas del suelo y me descompondré ante ese Hombre que detiene los
compases, edulcora al gentío, desbarata las esquinas... y todo eso lo hace con
las manos atadas..
Miércoles
Santo, el Día que el Prendimiento
se libere, la fragua y el martinete batallarán por quererlo de nuevo atar..
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