Por lo visto, existen lugares en el mundo
donde las promesas de los políticos se cumplen.
Pero claro, se trata de Francia, un país
que en este tema de los teléfonos y la educación lleva camino andado, puesto
que ya en el año 2010 prohibió el uso de los móviles dentro de clase.
Ahora, la prohibición se extiende a todo
el periodo escolar, es decir, a todo el tiempo que el alumno permanezca en el
centro educativo.
Como maestro de escuela que soy, aplaudo
esta ley y miro con envidia al país vecino, sabiendo que aquí esa prohibición sería
imposible, ya que nuestro sistema educativo permite que tengamos -en un
porcentaje cada vez más alto-, un alumnado en un estado de sobreprotección
gracias a esos padres que tienen la sartén por el mango.
Y la tienen porque los profesores hemos
perdido autoridad social, la administración no quiere polémicas ni campañas mediáticas
y porque la relación escuela-padres cada vez está más deteriorada.
No se aconseja restringir el uso del móvil
porque sí, sino más bien porque un exceso
de tiempo con estas maquinas genera problemas de atención, de concentración, de
dispersión… además de ser una actividad que se vuelve adictiva y puede ser el
germen de problemas emocionales y de salud, sobre todo de obesidad.
Pero claro, ¿cómo se le explica estos
factores a esos padres que tienen a sus hijos metidos en una “urnita de cristal” y que les conceden
todos los caprichos habidos y por haber, en especial el uso y disfrute del móvil
para dejar claro que son “buenos padres”?
En Francia no están demonizando la tecnología,
sino conviviendo con ella...
¿Seríamos capaces de hacerlo nosotros?
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