Entre ellos dos hubo un silencio sepulcral, que el tiempo aprovechó para curar las heridas de ambos.
De manera pausada, los miedos, la rabia, los por qué buscaron refugio en los relojes de la soledad.
La vida era asumible, pero los recuerdos seguían sangrando.
Hasta que una tarde de diciembre, de esas en las que el frío renace por las esquinas, ella golpeó la puerta, él la abrió sin titubear… y una simple mirada bastó para volver a sentir el calor de unas pieles que nunca se olvidaron.
Hubo lagrimas en ese reencuentro. Y dureza. Y distancia…
La misma que se fue acortando cada vez que uno de los dos sonreía.
Hubo sinceridad. Complicidad. Y esperanza…
La misma a la que él ancló su nombre y ella ancló su presente.
Y hubo una pregunta, esbozada al aire, cuya respuesta sigue trazando un eco por los adoquines de la primavera…
- ¿Qué tienes qué hacer el resto de tu vida?
- Amarte… simplemente… amarte
Poema perteneciente al poemario:” A quemarropa..”
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