Como bien sabéis, el corazón es un músculo que se mueve a través de los latidos, y los latidos que envuelven desde el día que nació el corazón de mi compañera de profesión Rocío Peña le hacen ser una persona especial, de esas que dejan huella cuando se van, de esas que al irse dejan remarcado en el sendero de la vida un reguero de huellas.
Y todas y cada una de esas huellas han sido, son y seguirán siendo especialesal llevar su nombre, y al estar repletas de sonrisas, de lagrimas, de sinceridad…
De responsabilidad, de carácter, de empatía...
De confianza, de entrega, de cercanía…
Así son sus huellas… y así es ella…
Un autentico regalo que el Claustro del Colegio Jesús-María ha podido disfrutar desde que aceptó ser su Directora de Secundaría y Bachillerato, y que jamás podrá agradecerle con palabras la huella que ha dejado en nosotros y en la historia de nuestro colegio.
Aun así, permitidme que intente dárselas por ser ejemplo de servicio, por darse a cada uno de sus compañeros sin importarle nunca la hora, por estar siempre ahí, en las buenas y en las malas…
Por ser ella en cada una de sus palabras, de sus decisiones, de sus abrazos… esos que siempre han sido un refugio inquebrantable de bondad.
Y, sobre todo, por dejar que su corazón haya latido -y siga latiendo- bajo el compás del corazón de Claudina… el verdadero espejo de esta Comunidad y donde nuestras raíces se hunden a la hora de educar.
Créeme…
Eres la culpable de que Ella y nosotros hayamos latido estos últimos años muchísimo más.
Rocío, mil gracias por cada una de tus huellas…
Mil gracias por tu enorme corazón…
Y mil gracias, en definitiva, por todo lo que nos has dado, ofrecido y regalado durante esta etapa de tu vida.
Un beso enorme.
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