La definición más certera sobre la forma de jugar de Romario se la escuché a Valdano al afirmar que éste era un jugador de dibujos animados.
Con una presencia en el área rival única, hacía con el balón en los pies lo que quería.
Pero no sólo eran gestos técnicos para la galería, sino que cada uno de ellos tenían un sentido y con ellos sacaba ventaja para ridiculizar al oponente.
De sangre brasileña, hizo de cada partido un motivo para verlo jugar, porque Romario era como una serpiente que en cualquier momento te podía picar.
Y cuando picaba, le clavaba el aguijón mientras el resto del mundo se quedaba absorto con lo que acababa de ver; sino, que le pregunten a Alkorta si aún le siguen doliendo los riñones.
Si la pelota hablara, ella contaría que cerca de Romario fue feliz. En sus botas fue feliz. Y que pocos jugadores la trataron con tanto mimo como este delantero centro que decidía partidos cuando tenía que hacerlo.
Un genio del fútbol.
Un jugador diferente.
Un crack en las distancias cortas que decidía resultados.
Romario tenía tarritos de magia en sus pies, y cuando los abría, irradiaba fantasía por todo el césped.
Qué jugador pudimos ver…
Qué jugador…
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