Basta con escuchar los primeros acordes de Amarguras para reconocer que el mundo
se acaba justo cuando acaba de nacer, justo cuando acaba de desenvolver la primera
enagua de llantos, justo cuando acaba de encontrar la horma desterrada de sus
suspiros.
Silencio, que suena Amarguras..
El
ABC de las sinfonías. El Sancta Sanctórum
de los pellizcos. La piedra filosofal de los chicotás.
Y
cuando la marcha suena, uno sabe que el tiempo desafía a sus sombras para desatarse
las entrañas.
Cuando
la marcha suena, el gentío se calla y el aire se queda a respirar en los
dibujos borrados de las bambalinas.
Cuando
la marcha suena, los diálogos enmudecen y las huellas desembocan en promesas de
ceras amargas mientras la vida se refleja sobre la luna idílica de los versos.
Silencio, que suena Amarguras..
Ese
escalofrío de crujidos que corretean por tu cuerpo de manera pausada, sosegada,
lánguida; tu no caes en la cuenta, pero esos acordes conocen como nadie los
recodos donde tu alma se queda a meditar por las noches a sabiendas que por las
noches tu alma medita entre las corcheas de tus recodos.
Amarguras es una ventana que se entreabre justo en el último
aliento, tiñendo de esperanzas las paredes de los miedos.
Amarguras es la mecida perfecta, el racheo perfecto, la voz de
mando perfecta; no va a ser perfecta, si se concibió para la más perfecta de
las dulzuras.
Amarguras es el pozo donde el tiempo se enjuaga las manecillas
de su propia condena, de sus propios granos de arena, de sus propias
ambiciones.
Silencio,
que suena Amarguras..
La
vida hecha marcha de Semana Santa entre las calles de una candelería que lleva un
año masticando pabilos de otros tiempos.
La
aceptación innegable que nuestro reino no es de esta tierra y que el cielo debe
de ser un paraíso de escarchas.
La
locura de una Madre que envuelve sus quebrantos en una pátina de rezos que San
Juan por las tardes hilvana en torno a una palma de mutismos y miradas
resignadas.
Silencio,
que suena Amarguras..
No
hay marcha que callejee por mis huesos como que la que Font de Anta garabateó
sobre una estraza de muerte.
No
hay melodía que me desate las manos como la que suena tras un palio de
penumbras y azules barrera.
No
hay susurro que me estremezca más que ese reguero de lamentos desatados sobre
un pentagrama de lunas desgastadas.
Silencio,
que suena Amarguras…
y
cuando esa marcha suena, el silencio toma la palabra.
Foto: Nuria Barrera
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