Si
alguien le preguntara al Hijo de Dios si estaría dispuesto a nacer de nuevo para
redimir los pecados del Hombre, estoy seguro de que en esos momentos Jesús guardaría
silencio, más que nada para no herir sensibilidades y así poder valer más por
lo que calla que por lo que dice.
Pero si ese mismo alguien
-antes de formular esa misma pregunta-, le dijera a Jesús por lo bajini que es
jerezano, estoy seguro que éste buscaría de su altillo la cuna que su padre le
hizo una noche con maderas de portalito oscuro, quitaría las telarañas y rogaría
que le susurrara una nana de esas que hablan de caminos y hojitas verdes.
Y es que, le pese a
quien le pese, la Navidad en nuestra ciudad suena de manera especial.
Será cosa del compás, del
duende o del embrujo; será cosa de los gitanos de Santiago o de los nacidos por
San Miguel; tendrá alguna culpa la calle de San Francisco, esa que sólo por
Diciembre se vuelve larga y serena,… pero algo se esconde en la forma de cantar
estos villancicos que se han convertido en la verdadera seña de identidad de nuestro
pueblo.
Y así, habrá algún porqué
para los dolores de la Micaela, habrá alguna razón para que los curas no vayan
a las iglesias y habrá algún motivo para que los primos se sigan escapando a
Roma en busca de un Papa y que éste los case bajo un repicar de campanas.
Desde hace años en el
cielo existe un papel con mis razones de por qué no me gusta la Navidad, pero suelo
reconciliarme con ella al escuchar cómo se le da la bienvenida a este mundo a ese
niño morenito como la canela y con la
gloria recostada en su piel.
Así son las zambombas
de Jerez, que le sobran hasta la tilde.
Querido compañero: hoy me ha encantado tu ¿reflexión, pensamiento, vindicación? sobre nuestra extraordinaria navidad jerezana. ¡Cuánta razón llevas, hermano! Si no fuera por la riquísima tradición popular de nuestro pueblo jerezano, las fiestas navideñas serían un rollo insoportable de compras y comilonas. Sabes que no soy (Dios no lo ha querido, menos mal) ni meapilas ni nada que se le parezca, pero sí considero que las coplas jerezanas en torno al nacimiento del niñodiós nos hacen sentirnos como nos sentíamos en la niñez y algo vuelve a encenderse dentro: para unos la fe, para otros el hermoso sentimiento que proclama "paz a los hombres de buena voluntad".
ResponderEliminar¿Cómo te has quedao? DE piedra, seguro. Y te digo más: deberías publicar esta "entrada" en tu columna semanal del diario, ganaría mucho.
Un abrazo, menda.