
Rendido a tus plantas me ofreciste tu mano
el tiempo que la niñez a uno lo vestía,
despidiéndome con un beso al llegar el mediodía
intuyendo que jamás me separaría de tu lado.
En los muros del Oratorio fui creciendo
me enseñaron a quererte un poquito cada día
siendo aquel legado la mayor alegría
cuya huella no puede borrarla ni siquiera el viento.
Iba a verte cada mañana a tu capilla
me acomodé en tu auxilio haciéndome un hombre
mi corazón se desboca al pronunciar tu Nombre,
germinó en mi interior la fragancia de tu semilla.
Llevo por bandera el ser Salesiano
es mi faro la estela de tu estrella
la mas radiante, la mas sencilla, la mas bella,
la que debería de guiarnos a todos los cristianos.
Para aquellos que te pusieron en mi camino
solo tengo palabras de agradecimiento
pues sin darse cuenta reforzaron los cimientos,
siendo Tu sonrisa el mejor de los destinos.
Sabes que me ofrezco a Tí
confiando mi cuerpo y mi alma
compartiéndola con aquella que me otorga la calma,
Virgen Santísima, Ruega siempre por mi.
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