Hace unos días terminé de leer esta historia que Guillermo Sánchez ha escrito a media voz, dejándome claro una vez más que sus palabras, elegantes y cuidadas, son una sacudida que huelen a clavo, a especias y a esperanza.
Se que he tardado en hacerlo, amigo Guillermo – discúlpame la tardanza-, pero necesitaba que el tiempo no corriera en mi muñeca para vivir una aventura en la que el tiempo, precisamente el tiempo, nunca se ha detenido.
De tu mano he navegado, he visto atardeceres pintados a óleo y he sentido cómo los volcanes bostezan lava.
He aprendido que las miradas sienten y que el corazón, cuando se enamora, lo hace asumiendo que puede ganar latidos o perder sangre.
Y he sentido, una y cien veces, en una y en cien páginas, que el mundo donde vivimos es el lugar donde los hombres enarbolan banderas roídas por los sueños; que los ideales y las fronteras marcan cicatrices y destinos; y que el horizonte es algo más que una raya en el agua cuando el sol se viene a morir allende la Torre del Oro.
Leerte amigo, ha sido acompañarte en tus noches de escritura. Entrever tus confesiones de lápiz y renglón torcido. Acariciar las mismas fotografías que supongo que a tí te han servido para enseñarnos que hay historias que no podemos vivirlas en primera persona.
Pero para eso están los libros, ¿verdad?
Para soñar cuando nos ahogan las ilusiones.
Para cerrar los ojos y dejar que las envidias se ahoguen en la mesita de noche.
Para aprender que -antes de nosotros- hubo valientes que se aventuraron a perderlo todo con tal de ganar la libertad que solo da el mar, el amor o las promesas.
Alguien me enseñó una vez que hay cosas, libros o besos que nunca llegan tarde. Sino que llegan cuando tienen que llegar.
Esta lluvia de almendras ha llegado a mi vida en el momento justo. Cuando necesitaba orear mis ideas y otear por las ventanas de casa. Y de sus muchas enseñanzas, me quedo con esta: es una suerte tener amigos que persiguen sus sueños… aunque estos florezcan al otro lado del mundo.
Querido Guillermo, enhorabuena.
Y a seguir cultivando el don de la palabra… oral o escrita.
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