Querido Capitán, tu ausencia duele. En el alma. En la piel. Hasta en la voz ya que, al canturrear tus canciones, se atropellan los recuerdos en mis labios.
Con el paso de las lunas he descubierto que esta condena será bohemia, inmortal, peregrina… pero también está siendo devastadora, desconsolada, demoledora.
Desde que te marchaste, la calle ya no es la misma.
El mundo es menos feliz.
Y los versos canallas se han quedado en el tintero de la cobardía, esa bandera que tu destrozabas cada vez que se abrían cortinas y hasta el mismo tiempo se detenía para escucharte, envidiarte, o sonreírte sin que le vieras; ya ves, otro que nunca supo disfrutar de tu grandeza.
Pero Capitán, duele el saber que eres una leyenda, un mito, un ejemplo a seguir… y andas descosiendo guitarras más allá de las nubes.
Y duele como duelen los amores de primavera. Los pasodobles interminables. Los golferios de barrio.
Duele como sacarse una esquirla caliente del pecho o verter sal sobre un trozo de huella demudada por el miedo.
Duele como un olvido de purpurina; un adiós arrancado del fondo de una lagrima sin sosiego; o una despedida vivida junto al abismo de la sinrazón.
Un año después, seguimos sin estar preparados a vivir sin ti... y este dolor que se cocina en nuestros adentros seguirá latiendo mientras tu chusma selecta te piense, te nombre, te llame a gritos por algún recoveco de los callejones de su día a día.
Maldito el veneno que se coló por tus huesos y acabó con tu capitanía…
Jamás te diste cuenta, pero al marchaste nos dejaste huérfanos. De tu talento. De tus letras. De ti.
Pero fue tanto lo que nos diste. Nos regalaste. Nos enseñaste, que firmaría con mi sangre el volver a recorrer descalzo por los adoquines de tu legado.
Querido Capitán… este arlequín sin comparsa sigue creyendo en ti, y te sigue queriendo, te sigue amando y te sigue respetando como el primer día.
Cuídate…allá donde estés…
Un abrazo.
FOTO: MIGUEL HERNÁNDEZ
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