Ahora que miro la última hoja del calendario de este
año 2017, y no tengo que coger el rotulador rojo para tacharla, sino más bien puedo
arrancarla y enviarla al cajón de los olvidos, me van a permitir que repose mis
pensamientos y los comparta en este rincón juntando letras.
Ante
que nada, quiero pedir disculpas por las veces que he metido la pata, por las
veces que me he ido de los sitios sin decir adiós, por las veces que he
preferido callar y salir huyendo por la gatera de los silencios. Soy humano, y
mis errores se cuecen a fuego lento. Aun así, si alguien se sintió ofendido, inclino
mi cabeza y le pido perdón por contener latidos de barro y carne.
De
igual manera, quisiera agradeceros a muchos que siempre estáis ahí los alientos
que me dais, los abrazos que me regaláis sin tocarme, las muestras de cariño
que me dispensáis. Sentirse querido es el envoltorio que la vida nos regala cada
tarde.
A
mis enemigos, deciros que hagáis sitio, que la lista sigue aumentando. Esta vez
los que llegan están cargados de soberbias y de creerse mejores que nadie.
Y
a mis amigos, habéis visto el horizonte donde mis sueños en breve tejerán sonrisas.
Mi casa será vuestra casa. Mi hogar será vuestro hogar. Y mi aire… mi aire al
fin reposará en mis pulmones.
En
la retina me llevo los segundos en que mi nombre se quedó tatuado para siempre
sobre las bambalinas del Falla una noche de febrero y una madrugá por Triana; la noche aquella en la que
mi ronquera me permitió narrar en voz bajita cómo se reflejan las candelerías
de los palios de vuelta entre la soledad de las miradas; y el dar un golpe en
la mesa y valorar mi talento, ese don que mi Dios me dio y que a veces malgasto
mirando para otro lado.
Puedo
decir que ha sido un año en los que he vivido 365 días…
No
me ha faltado un plato de comida en la mesa, una cama donde dormir ni un
pasodoble que canturrear entre paseos peregrinos por la ciudad de mis refugios.
Me
puse en las manos de la Esperanza cuando no sabía dónde acudir,…y acudí a
perderme entre sus brazos cuando Ella me tendió sus manos.
Dije
adiós a personas cercanas a mí, he echado de menos a personas que ya no están,
y he valorado a aquellas personas que cada día están cerca de los míos.
Lo
malo… lo malo ya pasó. Esas lágrimas se hunden en las hogueras de lo vivido.
Lo
bueno… lo bueno está por llegar. Esa cicatriz se irá forjando con racheos
de suspiros, con sueños de radio y con palabras escritas sobre papiros
novelados a media luz.
Y
lo demás… lo demás ya lo iremos contando. Y hasta aquí puedo escribir...
Querido
2017… Buen viaje…
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