Hoy que Cupido va lanzando sus flechas en busca de nuevos
enamorados, y los enamorados perpetuos -por ese miedo infundado a perder
puntos-, están envolviendo flores, anillos y bombones,… hoy me vas a permitir
que te cuente algo.
Lo
mismo con estas palabras consigo que abras los ojos o que me dejes de mirar.
Lo
primero de todo es que no caigas en la gran mentira que te han vendido de
hipotecar tus sueños a la cintura de otra persona; de tanto escucharlo, te has creído
que la vida sólo merece la pena si cada noche tus pies son arropados por el frío
de otro pies, y créeme que ese cuento tiene algún que otro matiz que deberías
de saber.
Es
cierto que este camino de rosas y espinas es más fácil de superar si compartes
atardeceres y amaneceres junto a otro corazón que acompase los latidos de tus
miradas…
Pero
antes de que eso suceda, antes de que los nervios aceleren tus besos, antes de
que las risas se confundan con el tiempo,… tienes que pensar en tus huellas.
En
esta vida, tienes que ser egoísta para luego poder ser generoso o generosa.
Por
eso, antes de amar sin medida, ámate.
Antes
de querer hasta perder las tapaeras del sentío, quiérete.
Antes
de darlo todo por aquella persona que te tiene atrapado, darlo primero por ti.
Al
fin y al cabo, tu piel es la que recubre tus pulsos y tus pensamientos cada
mañana y nada es eterno bajo el sol de tus años, excepto las cicatrices de tu
memoria.
Así
que hazte un favor y brinda por la vida. Por tu vida y por este regalo que nos
hace el destino sin que nos lo merezcamos.
Ya
luego rebuscas en tu mochila vital y te detienes en tirar de cada una de tus
costuras, pero recuerda: quédate contigo antes que con nadie.
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