Cada cierto tiempo veo desde la
ventana de mi teclado el tropiezo del ser humano con una de esas piedras que en
nuestro camino plantan aquellos que controlan nuestras vidas, nuestras sombras,
nuestros hilos,… colocadas ahí con la firme intención de dejarnos boquiabiertos
y con la mirada perdida.
Se
conocen los resortes de nuestra mente como nadie, y nos manipulan al antojo de
los intereses que van marcando las monedas de sus bolsillos.
Es
su negocio. Rentable para ellos. Entretenido para nosotros.
En
su utópica defensa hay que mencionar que no toda la culpa la tienen ellos, ya
que por medio de nuestra sumisión y de nuestros miedos les ofrecemos en bandeja
nuestras muñecas para que sigan jalando de ellas.
Pero
resulta curioso analizar y ver lo que cada uno aporta en esta relación.
Mientras
que nosotros sólo hacemos acto de presencia, ellos se encargan de poner el
tablero, las piezas y las reglas a seguir; deciden también la hora a la que se
juega, el sitio y los componentes necesarios; y son creativos e imaginativos
para que a su lado no nos aburramos y consumamos su necesario producto sin
levantar la voz.
Y
claro, todo esto nos lo ofrecen de forma gratuita, a través de las redes
sociales, para que todos tengamos la misma oportunidad de jugar y nadie sea menos
que nadie en la comunidad que nos ha tocado vivir.
Personalmente a mí me
viene genial que cada dos por tres nos suceda esto porque de esta forma puedo
unir palabras y pensamientos en torno a estos gritos entristecidos.
Pero me ha dado pena ver
a tanto vecino caer en la trampa y asumir que existe un Día de la Amistad y que por tanto había que celebrarlo sin remedio
y sin oposición.
Cupido ya aguarda su
turno.
A ver a cuantos
borregos es capaz de atrapar éste con sus flechas.
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