Desde
hace un tiempo a este parte, ando desquiciado por los nervios. Es mucha tralla
la que llevo encima, y ellos se han aprovechado para meterse en mi estómago y no
dejarme dormir, no dejarme pensar, no dejarme sosegar mis latidos.
A día de hoy, lo
he intentado casi todo para que nos llevemos bien, y por ahora lo único que me
calma es pasear por Jerez al caer el sol y teniendo como guía al suspiro del
viento.
Así que a él
encomiendo mis pasos y mis rutas nocturnas, a sabiendas de que se ha convertido
en la tabla de salvación a la que me aferro desde hace once años, teniendo en
cuenta que me puede llevar donde él quiera o disponga, siempre y cuando se
detenga un instante ante el azulejo de la Virgen de las Angustias.
Una vez allí, busco
el silencio de su compañía para silabear una simple oración; acaricio sus dedos
para sentir el calor de sus lágrimas; atrapo el eco de sus palabras para seguir
mirando a la soledad de lejos;…
Al marcharnos de
aquel rincón, ambos salimos con los bolsillos repletos de calma y tranquilidad,
y hasta los mismos nervios se serenan ante ese sudario rodeado de sillares. A
ver cuánto me duran así.
Evidentemente no
llega a ser la misma sensación que cuando la tengo delante en un besamanos o he
ido a verla a su camarín, pero me sirve para darme cuenta de que la tengo
presente en mis labios, y en mis labios es donde Ella se sigue haciendo
presente.
Es una manera
como otra cualquiera de buscarla, de pedirle ayuda, de alargar mi mano para que
pueda agarrarme a todo su brazo.
¿Cuántos de
nosotros no le rezamos a una estampa o nos encomendamos a una medalla que
siluetea el rostro de Jesús?
¿Cuánto de
nosotros no le pedimos a alguien que rece por nosotros, pues ya las fuerzas nos
faltan para seguir albergando la esperanza?
¿Cuánto de
nosotros no necesitamos ver para creer, tocar para sentir, escuchar para saber?
Sé que muchos me
dirán que el verdadero Dios está dentro de la Iglesia, titilando dentro de un
Sagrario y no en un dibujo sobre loza que pasa humedad en invierno y se hincha
al llegar el verano.
Sé que muchos
pondrán el grito en el cielo y querrán que salga a buscar a Dios donde ellos
precisamente lo ignoran.
Sé que muchos callarán
cuando yo les diga que no necesito tenerlo presente para hacerlo presente en
mí,… pero creo en ese Dios que siempre que he ido a buscarlo me ha abierto las
puertas de sus oídos sin ponerme ninguna pega, sin cerrarme ninguna puerta, sin
circunscribirme a ningún horario.
Como cuando era
estudiante y me encomendaba antes de un examen al crucifijo sin rostro que
dormía sobre la pizarra; como cuando perdí el norte y bajo su mirada gitana me
encontré; como cada noche hago cuando acaricio la medalla del Señor de la Salud
pidiéndole salud para los míos;…
Rezar a
escondidas, ¿quién no lo ha hecho alguna vez?
Tod@s hemos rezado a una estampa, y más, encendido velas para aquel que en ese momento esté pasando por momentos difíciles, creo que tod@s yo al menos lo hago con frecuencia, para pedir por los mios, aunque estén bien en ese momento ...saludos...
ResponderEliminar