Hay miradas que buscamos desesperadamente entre la multitud, por que ansiamos vernos reflejados en ella. Hay miradas que dejan huella en nuestra alma y hay miradas que necesitamos que sean cómplices de nuestro caminar para que nuestro corazón siga latiendo.
Hay miradas que cuando nos son correspondidas dibujan en nuestros rostros sonrisas que iluminan todo a nuestro alrededor, y a veces nuestro alrededor pide a gritos que sea iluminado; simplemente, hay que compartir miradas.
Hay miradas que buscamos toda una vida. Hay miradas que guardan secretos bajo llave y hay miradas que, sólo de pensar que no la tendremos cerca, pueden hacernos daño.
Hay miradas esquivas, zalameras, eternas, sinceras, egoístas, nerviosas; las hay rabiosas, preocupadas, impotentes, soñadoras, tristes, enamoradas; quien no ha tenido enfrente alguna vez una mirada dubitativa, cansada, ilusionada o expectante. Hay miradas que sufren, que ríen, que lloran,... otras son capaces de trasmitirnos ira, y otras provocan escalofríos solo de pensar que algún día volveremos a toparnos con ella.
Hay miradas que buscan posarse en algún punto concreto para volver a encontrarse, y hay miradas que cuando se encuentran, la felicidad es el mejor regalo que ambas desprenden.
Hay miradas que cuando perseguimos la estela que proyectan, su sombra puede acallar los más dañinos de los rumores; y a su vez, hay rumores que comienzan a tener vida cuando hay miradas que los justifican.
Hay miradas cuyo rastro en el tiempo se nos antoja difícil de olvidar; en el fondo lo que tenemos es miedo a pasar de página. Hay miradas cuyos dueños son el dolor que palpamos en la cicatrices del tiempo.
Luego podemos encontrarnos con miradas que duran un suspiro, las hay que son muy fáciles de olvidar, pues apenas han llamado a la puerta de nuestra memoria y hay miradas que, cuando coinciden en nuestro recuerdo, evocan sonrisas que delatan que fuimos felices.
Hay miradas que cuando nos son correspondidas dibujan en nuestros rostros sonrisas que iluminan todo a nuestro alrededor, y a veces nuestro alrededor pide a gritos que sea iluminado; simplemente, hay que compartir miradas.
Hay miradas que buscamos toda una vida. Hay miradas que guardan secretos bajo llave y hay miradas que, sólo de pensar que no la tendremos cerca, pueden hacernos daño.
Hay miradas esquivas, zalameras, eternas, sinceras, egoístas, nerviosas; las hay rabiosas, preocupadas, impotentes, soñadoras, tristes, enamoradas; quien no ha tenido enfrente alguna vez una mirada dubitativa, cansada, ilusionada o expectante. Hay miradas que sufren, que ríen, que lloran,... otras son capaces de trasmitirnos ira, y otras provocan escalofríos solo de pensar que algún día volveremos a toparnos con ella.
Hay miradas que buscan posarse en algún punto concreto para volver a encontrarse, y hay miradas que cuando se encuentran, la felicidad es el mejor regalo que ambas desprenden.
Hay miradas que cuando perseguimos la estela que proyectan, su sombra puede acallar los más dañinos de los rumores; y a su vez, hay rumores que comienzan a tener vida cuando hay miradas que los justifican.
Hay miradas cuyo rastro en el tiempo se nos antoja difícil de olvidar; en el fondo lo que tenemos es miedo a pasar de página. Hay miradas cuyos dueños son el dolor que palpamos en la cicatrices del tiempo.
Luego podemos encontrarnos con miradas que duran un suspiro, las hay que son muy fáciles de olvidar, pues apenas han llamado a la puerta de nuestra memoria y hay miradas que, cuando coinciden en nuestro recuerdo, evocan sonrisas que delatan que fuimos felices.
Hay miradas que permiten que nazcan las palabras y se escapen de nuestros labios antes de tiempo, pero reconozco que algunas miradas son la causa directa de que solo seamos capaces de pronunciar arrullos de silencios.
Se puede decir que hay multitud de miradas.
Pero, mirando esta fotografía, ¿puede decirme alguien que esconde su mirada?
P.D.: articulo publicado en:la web Cofrademania. com; en SentimientoCofrade.net y lalevantadigital.com
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