“Yo soy salesiano, salesiano del Oratorio”. Esa frase la he llevado a gala toda la vida, y es gracias a María Auxiliadora.
Desde pequeño Ella siempre ha guardado con celo las huellas que mis pies han ido dejando en el camino, y desde bien pequeño, sabía que jamás estaría perdido, por que Ella sería siempre mi faro.
Y hace unos días volví a ti. Aun lo pienso, y me quedo inmóvil, con la mirada perdida, dibujándose una sonrisa en mi cara porque, después de muchos años, volví a ti; y por que quiero dejarlo claro, he vuelto a mi casa, al patio donde eché los dientes, a las clases donde aprendí a leer y a escribir, a los pórticos donde me fui haciendo mayor,... y a tu capilla, ese rincón del colegio que siempre está abierto, y donde Tú lo iluminas todo.
Y hoy quiero darte las gracias, por que Tú has querido darme el regalo mas grande jamás envuelto, por que he sido feliz el tiempo que he estado a tu lado, por que me he sentido útil, por que he vuelto a soñar y a respirar estando a tu lado, y, lo mas gracioso de todo, es que ahora yo también he enseñado, como hicieron conmigo.
El tiempo, y Tu voluntad, querrán o no que mis pasos se dirijan de nuevo al Oratorio; tranquila, sé que en Ti puedo confiar. Y digo volver a Oratorio, y no volver a Ti, por que de Ti jamás me he ido.
Tú bien sabes todo lo que te debo; Tú has dejado que me desnudara el alma cada vez que en tus ojos me he perdido; Tú bien sabes que te quiero por encima de todo, y Tu bien sabes que quiero a ese guiño que pusiste en mi vida con locura.
Y yo sé que en tus manos está, y en las mías aprovecharlas. Madre, mil gracias por volverme a abrir las puertas del Oratorio; las dejé encajada siendo un niño, y ahora, siendo un hombre, las dejo abiertas de par en par para volver cuando tu quieras. Aunque sea para verte.
Gracias Madre. Un beso.
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