Que el mundo se ponga en pie y guarde silencio, que cuelga las botas Sergio Busquets . Y se nos va el ancla, el metrónomo, el arquitecto silencioso de uno de los mejores equipos de la historia del fútbol y de la Selección Española cuya grandeza radicaba en ser tan sutil que apenas sabíamos que estaba, hasta que aparecía. Busquets nunca fue un futbolista espectacular. No poseía la velocidad de un extremo, el regate de Messi o el último pase de Laudrup . Su genialidad era mucho más simple, una mucho más racional y, por ello, más difícil de cuantificar en estadísticas o resúmenes de mejores jugadas. Su trabajo era el arte de lo invisible: hacer fácil lo complejo, estar siempre donde el juego lo requería un segundo antes que los demás, y ofrecer una salida limpia de balón bajo una presión asfixiante. Ya lo sentenció Vicente del Bosque con una frase que ha pasado a la posteridad y que resume su esencia a la perfección: " Si ves el partido, no ves a Busquets. Si ves...