Hay una mañana de septiembre que le pertenece a Ella , y sólo a Ella . Ese día, el alba se desviste de sueños. Los vencejos de su plaza se asoman a los pretiles. Y el tiempo se queda a vivir en una esquina de la calle Sol para verla cuando la pena le atormenta la garganta. Lleva en sus brazos los desvaríos de la humanidad, y parece que está acunando a un recién nacido. En sus Angustias la vida enhebró la muerte a la esperanza, el día a la noche, el amor al desamor. En su rostro el aire talló con gubias de pena las plegarias junto a los silencios. Por sus manos se cuentan las sombras que cada uno de nosotros llevamos alojados en los bolsillos y que nadie sabe calmarlas. Ella , en calma, recorre los pasadizos de la luz porque la luz es Ella recorriendo océanos y tinieblas. Ella le devuelve la visita a sus vecinas en una mañana de domingo que se despierta cuando sus ojos claudican entre estertores. Ella es mí delirio. Y el de mis hermanos. Y el de todo aquel que la visita, le reza, ...