Hoy que el día oscila entre lluvias y medias sonrisas, déjame que te cuente que, en el silencio de mis pensamientos, me vuelvo a dar cuenta que la vida se dibuja sobre un folio de esquinas quemadas.
No somos inmortales. Nos lo creemos, pero no lo somos.
Aceptamos el después como pago de los sueños.
Y vamos desgranando las horas como podemos, viviendo entre recuerdos, pensamientos y agobios de una cartera que mengua su fondo para poder comer, respirar, luchar.
La vida no es una frase de Instagram, ni una intención con música de fondo, ni doce propósitos desmenuzados por uvas de nochevieja.
La vida es lo que es.
A veces una alegría infinita. A veces una infinita putada.
Sobre todo, cuando ésta te atropella y te deja llorando en un rincón de tu casa.
Y a estas alturas de la película, sabes igual que yo de que va todo esto, puesto que llevas acumulados momentos buenos. Momentos para olvidar. Y momentos para levantar la mano y pedir la cuenta.
Así que ámate sin medias tintas ni arneses.
Manda ese mensaje y dile a la gente que te rodea aquello que necesitas.
Cómprate ese libro. O esos zapatos. O esa camisa.
Mírate al espejo y acaricia con mimo cada una de tus desvencijadas arrugas.
Y concilia el sueño con la conciencia tranquila.
Porque sólo eso te vas a llevar a la tumba o al fondo de tus huesos de ceniza.
Quizás mañana sea tu último día.
Quizás esta noche estes tejiendo el último amanecer.
Quizás no se trata de exigirte tanto, y vivir… sólo vivir.
Así que, vive. Besa. Grita. Calla. Huye. Ríe. Espera. Escucha. Llora. Desnuda. Acompaña. Despeina. Levántate y empieza de nuevo…
La vida sólo es eso… vivir.
Así es la vida, te enseña todo lo que obviamos a veces, te obliga y te azota incluso con su indiferencia, hasta el punto en el que vivir es secundario, es cruel y hace que te olvides de ti mismo, incluyendo e implantando lo innecesario....vivamos si, ojalá recordemos a qué vinimos.
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