Si necesitas gritar,
hazlo. Detén tus pasos. Sal al balcón. Busca un espejo y rómpete las cuerdas
vocales gritando. Guardarse las cosas en el pasillo de los resentimientos hace
que el odio crezca por las noches.
Si
necesitas llorar, hazlo. Es sano y
necesario limpiarse por dentro. Somos humanos, y lo primero que hacemos al
llegar a este mundo es llorar; por algo será.
Si
necesitar hablar, hazlo. Sin miedo.
Sin pudor. Sin mirar atrás. Primero contigo mismo, luego con un amigo, o con un
enemigo. Pero habla. Háblate… y escucha y darle cariño a tu propia voz.
Si
necesitas reír, hazlo. Siempre hay
motivos para hacerlo. La sonrisa es la semilla que crece en el corazón y
florece en la boca, así que mímala.
Si
necesitas guardar silencio, hazlo. A
veces es bueno caminar por los escombros de nuestras palabras y escuchar los
ecos de nuestras huellas.
Si
necesitas pedir perdón, hazlo. No te
avergüences por asumir tus errores. Pero deja el rencor en la puerta. Y antes
de pedir perdón, siéntelo, acúnalo, mécelo en ti… y perdónate a ti mismo antes
que asumir que los demás te perdonarán.
Si
necesitas encabronarte con el mundo,
hazlo. Motivos hay de sobra. Los que mueven nuestros hilos se están descojonando
de nosotros mientras nuestras muñecas están rotas de trabajar para ellos. ¿Crees
que te oirán?
Si
necesitas amar, hazlo. Pero entrégate
a la otra persona. No seas egoísta y deja por un instante de pensar en ti y en
tu propia piel, entregándote, dedicándote, esmerándote en tu acompañante de sábanas,
o de pasillo, o de silla… y haz disfrutar para luego disfrutarte.
Si
necesitas dar un abrazo, hazlo. Abre
tu alma, acurruca en ella los temores y los miedos que llevas en tus bolsillos,
y hazlos más pequeños mientras sientes el calor que un abrazo proporciona.
Y
tú… ¿ya sabes qué vas a hacer?
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