
Sería la otra mañana; esperando el semáforo en la calle Ancha, detuve mi vista en la iglesia de Santiago, y aún no me podía creer que estuviera cerrada, que se estuviera cayendo por nuestra dejadez, por nuestro egoísmo..., y concluí que es cierto aquello que se dice de que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, en este caso, cuando se nos cae.
Vagando estos pensamientos por mi cabeza, mi coche se paró justo a la altura del azulejo del “Prendi”, aprovechando ese fugaz momento para santiguarme, y para guiñarle un ojo al recodarle que siga velando por mi hermana pequeña.
Como el tiempo de espera comenzaba a alargarse, y como seguía parado en el mismo sitio, me fijé en las flores que cuelgan de este azulejo, que se multiplican por día, y no entendí cómo seguían allí colgadas, si el “Prendi” ya no estaba en su Iglesia.
Pero anoche caí en la cuenta, y desde estas líneas quiero pedir perdón, por que al pasar de nuevo por Santiago, entendí
– me lo susurró el viento, y lo corroboró la Luna-, que esas flores son la voz de este barrio, y que en cada pétalo le baila, le canta, le palmea, le sueña, le reza, le zarandea, le llora, le alegra, y le susurra “no me abandones pare mío”, y sobre todo, le añora.
Pero aunque el “Prendi” no se desate sus manos en Santiago al llamar al sueño, las ventanas de la calle Merced cuentan que antes de que rompa el día, Santiago se acerca a recogerlas para ofrecérselas a María del Desamparo, pá aliviar su pena.
Anoche comprendí que no existe señal más flamenca en todo el barrio de Santiago, ni estampa más añeja, que estas flores que buscan cobijo entre los pies del “Prendi”, y seguramente no encontraremos altar mejor adornado en toda la ciudad.
Sólo me queda esbozarle una pregunta a este barrio ¿Estará algún día este azulejo vacío de flores? Espero que no.
Vagando estos pensamientos por mi cabeza, mi coche se paró justo a la altura del azulejo del “Prendi”, aprovechando ese fugaz momento para santiguarme, y para guiñarle un ojo al recodarle que siga velando por mi hermana pequeña.
Como el tiempo de espera comenzaba a alargarse, y como seguía parado en el mismo sitio, me fijé en las flores que cuelgan de este azulejo, que se multiplican por día, y no entendí cómo seguían allí colgadas, si el “Prendi” ya no estaba en su Iglesia.
Pero anoche caí en la cuenta, y desde estas líneas quiero pedir perdón, por que al pasar de nuevo por Santiago, entendí
– me lo susurró el viento, y lo corroboró la Luna-, que esas flores son la voz de este barrio, y que en cada pétalo le baila, le canta, le palmea, le sueña, le reza, le zarandea, le llora, le alegra, y le susurra “no me abandones pare mío”, y sobre todo, le añora.
Pero aunque el “Prendi” no se desate sus manos en Santiago al llamar al sueño, las ventanas de la calle Merced cuentan que antes de que rompa el día, Santiago se acerca a recogerlas para ofrecérselas a María del Desamparo, pá aliviar su pena.
Anoche comprendí que no existe señal más flamenca en todo el barrio de Santiago, ni estampa más añeja, que estas flores que buscan cobijo entre los pies del “Prendi”, y seguramente no encontraremos altar mejor adornado en toda la ciudad.
Sólo me queda esbozarle una pregunta a este barrio ¿Estará algún día este azulejo vacío de flores? Espero que no.
P.D.: artículo publicado en Diario de Jerez y Jerez Información el 26 de Abril de 2005.
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