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Entradas

Campeones, ¡¡mil GRACIAS!!

           Como muchos de ustedes saben, soy  maestro escuela  por vocación. Y a pesar del estado de alarma, y de haber estado alejado varios meses de la escuela y de mis alumnos, les he seguido enseñando. Y lo he hecho a través de pequeños videos que cada semana fuí subiendo a mi propio canal de  YouTube , con la única pretensión de que mis pupilos movieran sus esqueletos y que de vez en cuando se acordarán de su profesor de  Psicomotricidad. Con la perspectiva que da el tiempo, pudiera parecer fácil y cómodo lo que hice, pero créanme que no lo fue por varios motivos. El  primero , me da pavor ponerme delante de una cámara; lo mío siempre fue la radio y juntar palabras al caer la noche. Segundo , porque no sabía si esa forma de enseñar podría gustar, molestar o pasar desapercibida. Y  tercero , porque mi zona de confort era tan grande que me acostumbré a vivir en ella sin ni siquiera molestarme en abrir las ventanas. Pero con ...

Grita..

Grita cuando tengas miedo. Cuando sientas que la vida no vale nada. Cuando veas que un grito es la única forma de liberarte. Soltar amarras. Y liberar a tu piel.   Grita y deja que tu voz te rompa y desgarre en mil pedazos los resquicios del silencio. Grita hasta quedarte afónico. Grita con tanta fuerza que hasta el eco que llevas alojado en tu interior sonría de complicidad cuando lo hagas.   Grítale a la luna cuando la veas aparecer por tu ventana.   Grítale a las calles cuando las recorras de esquina a esquina.   Grítale al mundo cuando el mundo te de la espalda.   Sabes hacerlo. Desde pequeño lo llevas haciendo. No lo has olvidado. Así que…   Grita. Date el gusto. Coge aire. Abre los brazos. Cuenta hasta cinco, diez. Y expúlsalo con tanta fuerza que te duela el alma y los sentidos al hacerlo. Reponte del esfuerzo. Y vuelve a la carga antes de que el tiempo se reponga del susto.   A veces, un gesto tan sencillo como gritar puede ahuyentar a tus demo...

Mi Dios..

El  Dios  al que yo rezo cada noche no tiene rostro. Ni siquiera tiene piel. Y ni mucho menos desprende aromas. Pero su sombra cobija todos mis latidos desde antes que mi corazón empezara a latir. Él  sabe de mi todo lo que yo no se de mi mismo. Sé que existe porque existo yo, con mis bolsillos llenitos de moratones y estos ojos verdes que  Él  me regaló hilvanados con algunas luces remendadas por el atardecer. En nuestros diálogos a oscuras, yo le cuento, y  Él  me escucha. Yo me enredo entre silencios de alcoba, y  Él  me desenreda los suspiros en ventanales de esperanzas. Yo me callo, y  Él  me habla. Sin levantar la voz. Con las  Palabras  escogidas. Con las señales pintadas en el aire que a los dos nos separa… o a los dos nos une… depende del día, del momento, del rezo. Siempre lo he sentido galopar por mis miedos, esos que anidan en la boca del estomago cuando el hambre grita sus temores...

Escribir..

Tras dejar que la lluvia empapara los cristales y las bocacalles comenzaran a oler a tierra mojada, el pequeño aprendiz de escribano se sentó frente al folio blanco. De fondo, el tictac de un reloj jugueteaba con el silencio. -        Llevo observándote un buen rato -dijo el maestro -, y apenas has garabateado una palabra. El aprendiz de escribano levantó la cabeza, clavó sus ojos en los del maestro , y a duras penas contestó. -        No tengo nada que contar. Que describir. Que relatar. Siento que he perdido magia. Que las palabras me han abandonado. Que no merece la pena juntar palabras para que nadie las lea. Que quizás va siendo hora de cerrar el tintero de los sueños… El maestro , mesándose la barbilla, dejó que el aprendiz terminara su relato. Se levantó de su viejo sillón orejero. Se acercó hasta la ventana. Prendió sus manos tras su espalda. Y de manera pausada, dijo. -    ...

La Calle..

No tengo dudas de que el ser humano necesita la calle para vivir, para ser, para estar. Nos hemos criado en ella y en ella hemos forjado parte de lo que hoy somos, fuimos y seremos. Pero desde hace unos días, tengo miedo de todo aquello que la calle en sí misma alberga. No entro en valorar si los que sacuden impotencias, banderas o cacerolas son de derecha, de izquierda o indignados marca  hacendado . Me da exactamente igual sus votos y sus ideologías. Sólo escribo lo que pienso, y lo que pienso es que me parece patético manifestarse así y saltarse por el arco del triunfo todas las recomendaciones de civismo y sentido común.   Pero tengo miedo. Miedo a que todo el esfuerzo que la mayoría hemos hecho en estos meses haya sido en balde. Miedo a que estos comportamientos se traduzcan en nuevas muertes, nuevas medidas de confinamiento y en nuevas represalias en forma de impuestos; porque no se engañen, esta pandemia la pagaremos de nuestros bolsillos. Y teng...

Duele...

Querido  Capitán , tu ausencia duele. En el alma. En la piel. Hasta en la voz ya que, al canturrear tus canciones, se atropellan los recuerdos en mis labios. Con el paso de las lunas he descubierto que esta condena será bohemia, inmortal, peregrina… pero también está siendo devastadora, desconsolada, demoledora. Desde que te marchaste, la calle ya no es la misma. El mundo es menos feliz. Y los versos canallas se han quedado en el tintero de la cobardía, esa bandera que tu destrozabas cada vez que se abrían cortinas y hasta el mismo tiempo se detenía para escucharte, envidiarte, o sonreírte sin que le vieras; ya ves, otro que nunca supo disfrutar de tu grandeza. Pero  Capitán , duele el saber que eres una leyenda, un mito, un ejemplo a seguir… y andas descosiendo guitarras más allá de las nubes.  Y duele como duelen los amores de primavera. Los pasodobles interminables. Los  golferios  de barrio. Duele como sacarse una esquirla c...

Silabear bajito..

Ahora que los portones de las iglesias han vuelto a despegarse de sus confinamientos, y las lozas que presiden los altares han vuelto ha remarcar en el tiempo pisadas con nombres y apellidos, es cuando los rezos se han vuelto a silabear bajito delante de Dios. Los cristianos, y por defecto los cofrades, no necesitamos ver para creer. Esa es la base de nuestra creencia. Pero nos ayuda de sobremanera ver a la razón de nuestros latidos cerquita, a varios metros de nuestras preocupaciones, de nuestras miradas, de nuestras lágrimas. Y es que -si uno deja de estar- quizás el olvido comience a hacer de las suyas. Y créanme que no es lo mismo rezarle a una estampita que verle el rostro entumecido por el dolor a una  Madre  que siempre nos acoge con los brazos abiertos, sea la hora que sea, sea el día que sea, sea el motivo que sea. Como no es lo mismo imaginar que ver, intuir que sentir, soñar que vivir. La fe hay que cocinarla a fuego lento. Sin prisas. Pero...