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Mirando las estrellas.

               El pasado martes por la noche se fue la luz allá por donde uno vive. Sin carta de aviso y sin llamar a la puerta -ni siquiera lo quiso hacer con los nudillos-, se ausentó de nuestras vidas durante un rato, quizás porque necesitaba descansar de tanta necedad que ve a su alrededor, quizás porque necesitaba coger aire para seguir puliendo las sombras de nuestros pensamientos y huellas o, quizás, porque necesitaba aliviarse, cerrar los ojos y guardar durante unos instantes silencio. Uno, que no fue ajeno a esa sensación dulce e inofensiva de sentir cómo la tierra seguía girando sobre sí misma aunque careciera de visión para ello, quiso sumarse a ese mutismo, a esa discreción, a ese guiño que el cielo nos hizo mostrándonos su salpicado de estrellas, como un telón de navidad, y a oscuras - y descalzo-, me senté durante unos minutos en el patio desde donde me suelo aislar de los demás. Es allí, en esa ...

Hay tantas cosas...

            Hay historias que no merecen la pena ser escuchadas, que no tienen vida, que no destilan escalofríos, ... y a su vez hay historias que al escucharlas, nos dan la vida, pellizcándonos la piel en cada golpe de voz;    hay cuerpos que no tienen alma, que caminan sin dejar rastro, ausentes al dolor y a la risa, ...y a su vez hay almas que buscan caminos en los que la sonrisa y el llanto les ayude a encontrar un cuerpo donde cobijarse; hay momentos que todos guardamos entre papeles de periódicos en algún cajón olvidado, entre reseñas que, con el daño que nos hicieron, quisiéramos no haber tenido que vivir, ... y a su vez quisiéramos revivir determinados momentos, aunque sepamos que la tinta con la que se suscriben abrirán heridas que aun no están cicatrizadas del todo; hay miradas que son cómplices de nuestros sentimientos, de nuestro pálpito a pálpito, de nuestra existencia, ...y a su vez hay sentimientos ...

Por eso fui...

              Antes de que el aire termine de trasminar ese aroma con el que hace unos días perfumaste las calles, antes de que entre los recuerdos te cueles como un sueño vivido a destiempo, antes de que el sol se apodere de esa fábula que con dulzura escribiste sobre los adoquines de la noche, antes, antes de que todo eso suceda, un simple escribano como yo te va a contar el por qué decidió ir a buscarte.   A estas alturas sabes de sobra que mi corazón tiñe mis venas de negro, de ese negro acuchillado por el dolor y la muerte que cada mes de Septiembre se asoma por tu casa para rezarte entre auroras y horquillas, y sabes de sobra que por entre mis arterias se cuela ese tono rancio y añejo de un morado que pisotea adjetivos al regresar por Cristina.   A estas alturas sabes de sobra que nuestras miradas pocas veces se han topado en una callejuela o tras un zaguán de la plazuela, ese rincón que esconde ofrendas...

Dueño de mis silencios.

              Los que creen conocerme apelan a la sensación de que algo me pasa cuando me ven callado y ensimismado en mis cosas. Portadores de su verdad, no se atreven a preguntarme directamente si algo me sucede o me ocurre, haciendo mil conjeturas sobre mi estado de ánimo, sobre mis preocupaciones o sobre mi fe. Los que creen a pies juntillas conocerme enarbolan, a lo lejos, una bandera blanca con tintes a victoria cuyo lema ondea bajo la expresión “ él es así, y hay que dejarlo ”, lo que les permite no tener que franquear las puertas de mi verdad para no toparse con mis palabras. Tanto unos como otros tienen que saber que cuando me vean silente y ausente en mi día a día es porque en esos momentos prefiero guardar silencio para que la sangre que recorre mis venas no haga que mis latidos revienten. Como ya contemplo algunas canas sobre mi pecho, sé que hay mil maneras de encarar los problemas, de hace...

Una rosa entre sus brazos

                       Los nervios de un nuevo encuentro ante Ti me hicieron despertar ayer domingo con una sonrisa distinta en mi cara. Al abrir los ojos abandoné entre mis sábanas al sueño que en esos momentos envolvía mi piel, y junto al frío que se colaba inquieto por la ventana me fui vistiendo para ir a verte. Al llegar a ese jardín en que se convierte cada mañana de septiembre tu plazoleta, todas las flores y palmeras de aquel lugar añejo coloreaban con sus aromas sus nervios e inquietudes, pues este año se habían propuesto robarte la pena que a cada segundo te va martirizando. Llevaban meses con esa idea rondándoles la cabeza. Lo habían hablado con las palomas, con los adoquines y con las sombras; la luna y las estrellas fueron cómplices de aquel secreto, y el mismo aire, ese que juguetea con los caprichos de tus alfileres, desveló el recorrido que ibas a seguir. ...

La sonrisa de la luna.

              Hace un par de días mantuve una íntima conversación con un viejo amigo, alguien que llegó a mi vida cuando ambos teníamos toque de queda para llegar a casa los viernes, y sentí en aquellas palabras un maridaje de nostalgias y tristezas que a día de hoy aun perfuman mis pensamientos al atardecer. Sin guión establecido, recurrimos a rasgar el sobre lacrado de las anécdotas, esas que ambos guardábamos entre hilos de algodón en una esquina de nuestros recuerdos, y juntos recorrimos de puntillas aquellos años donde la inocencia y la pubertad nos iban jalando de los brazos para que alcanzáramos una madurez que tardaba en llegar y que se nos antojaba muy lejana; muchas veces me pregunto si la habré alcanzado ya. Al recordar hoy esa charla cierro los ojos y siento de nuevo entre mis dedos el reflejo de unos años donde fui libre de pensamiento, de palabra, y sobre todo, de acción. Y me doy cuenta de que h...

Una Vieja Amiga.

    Hace un par de días volví a encontrarme con ella. Estaba intentando que mi piel fuera cogiendo su color veraniego de una forma natural, dejando que se tomara su tiempo, que cumpliera con cada una de sus fases de desarrollo sin prisas, y no encontré mejor crema que la de anclar mis pies descalzos bajo la orilla de una playa a media mañana, sentir el vaivén de una olas entre susurros y embestidas del aire, y advertir cómo los tobillos de uno se van solapando a los hilvanes de un mar que a esas horas ya se había pintado la cara con coloretes de inocencia.     Suelo hacerlo a menudo. Tanto en verano como en invierno. Me acerco de manera sigilosa hasta ese borde fronterizo que no deja claro donde acaba lo seco y donde empieza lo húmedo para oír, en parte, a ese mar del que tan preso soy, y para escuchar, por otra parte, lo que soy capaz de contarle entre murmullos de silencios. Sus respuestas, puestas en boca de esa espuma que se esfuma entre ...