Son las dos de la madrugada. Me he vuelto a despertar entre lágrimas y sudores, y es la sexta vez en el día que me digo que esto tiene que acabar. Y es que yo creía que durmiendo era libre, pero tengo una herida con su nombre en el alma que se cuela por mis adentros cuando menos me la espero y no me deja soñar. Durante mucho tiempo la he dejado al aire, pero hay días que la palpo con los recuerdos, y ahora necesito que se cierre, porque necesito volver a respirar. Es una historia que ya pasó. En la que me equivoqué. En la que pedí perdón. Y con la que asumo la derrota más triste de mi asumida existencia. Pero hay un latido dentro de mi corazón que no se entera. Y de vez en cuando me grita, a sabiendas de que ese relato ya reposa en la repisa de los libros leídos. Sólo me quedan las cenizas, los recuerdos y un puñado de rezos a escondidas porque no quiero molestarle al cielo con mis cosas ...