Hablen ustedes bajito, que el Señor duerme en un sepulcro de piedra.
Hablen ustedes bajito, y que nadie lo despierte.
Hablen ustedes bajito, que a la oscuridad le quedan horas, y a lo lejos se vislumbra el despertar de la luz.
Hoy, Sábado Santo, el cuerpo de Dios no respira, no camina, no mira… pero está ahí, envuelto en una mortaja de tela y con la sangre embebida por silencios.
Silencio que traza el Señor de las Almas cuando abandona Santiago y sus clavos se quedan sin voz.
Silencio que impera en torno al paso de la Sagrada Mortaja cuando se despide de Divina Pastora y la luna ya no dibuja gritos.
Silencio que la Virgen del Patrocinio, allá por San Mateo, va recogiendo uno a uno para que Santa Marta pueda respirar con voz calmada…
Y silencio, que en el taller de costura de la Piedad se están tejiendo todos los amaneceres, todos los rezos, y todas las edades del mundo a pesar de que Su hijo camina en una urna de cristal.
Hoy es Sábado Santo…
Los relojes no dan la hora…
Las nubes no navegan por los cielos…
Y los corazones laten a contratiempo…
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