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Mostrando entradas de julio, 2018

Juego de Tronos..

Si en Jerez de la Frontera se desarrollase la historia de Juego de Tronos , ya saben, la épica serie de la HBO, los “varas doradas” serían ese puñado de gobernantes que se traicionarían entre ellos para ostentar -sea como fuere-, el ansiado trono de poder. En este caso, el trono de poder residiría en pasar a la historia de nuestra Semana Santa por colocar el inicio de dicho trono en la Porvera.   Y miren ustedes por donde, unos cuantos “varas doradas” lo han conseguido, y el próximo año tendremos nuevo inicio para la Carrera Oficial en la calle más elegante de Jerez. Han bastado unos cuantos proyectos, unos cuantos ceses y masticar un par de hilos para que en unos meses tengamos una nueva foto en nuestro álbum de recuerdos y la hipoteca de 140 palcos, dejando claro que para ser consejero sólo hace falta ser un buen estratega.   En el camino, medio jerez-cofrade encabronado y pensando en dejar colgada la túnica la próxima cuaresma mientras que el otro medio jerez-

Qué lástima..

La sociedad en la que vivo está anestesiada. Pasa la mayor parte del día asomada a las ventanas del Facebook, del Twitter y del Instagram, y se ha olvidado de respirar por sí sola. Le han hecho creer que la vida se encuentra ahí, entre filtros y seguidores, y ella ha caído en esa trampa de luces y directos donde las arrugas y las tristezas no tienen cabida. Y ha caído en esa trampa porque somos unos borregos que vivimos con el cuello doblegado, porque nos conformamos con pagarle el sueldo a políticos corruptos y sinvergüenzas, y porque tenemos a nuestro alrededor una zona de confort amplia, muy amplia, con una libertad de expresión limitada, muy limitada, y con escasas armas para llevar a cabo una revolución como Dios manda. Los que mueven nuestros hilos lo saben y nosotros danzamos a su antojo, sino… ¿de qué sirve exhumar los restos de Franco o de Queipo de Llano si con el sistema andaluz de salud que tenemos esperar en una sala de hospital es coquetear con la mue

En aquel tiro..

Recuerdo aquel tiro sin necesidad de cerrar los ojos... Anda tatuado en un rincón de mi memoria, dibujándose ante mí de manera nítida, clara, y cristalina cada vez que mis huellas se bañan al antojo de la luz del mar.  El mar… Ese césped encharcado donde el horizonte huele a eco de goles imposibles trazados con esperas de meriendas e impaciencias. En aquel tiro dejé impresa mis cicatrices de plazoleta, esas que sólo se curaron a la sombra de un balón de fútbol. En aquel tiro dejé que la imaginación volara libre. Como tiene que volar la imaginación. Sin miedo a regresar. Sin miedo a perderse. En aquel tiro dejé que mis huesos se cosieran a mi piel de futbolista de barrio, ese que jamás fue elegido en primer lugar pero que lucía con orgullo el número 8 a sus espaldas. Mi barrio… Un conglomerado de suspiros que albergaba un enjambre de chiquillos que -al caer el sol-, oían el silbato de las prisas para conformar cada tarde un equipo de héroes y otro de villan