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Mostrando entradas de agosto, 2018

Fuente de Salud..

Triana tiene en un rincón de su alma una fuente con cinco lágrimas que abren sus brazos de par en par para escribir -el último domingo de agosto-, la palabra Salud en los labios de un besamanos. Salud para el enfermo. Salud para que no enfermemos. Salud para que la enfermedad sea un recuerdo y que el tiempo la sepulte en el olvido. Ella, la fuente de esa Salud que dormita entre izquierdos, toma nota todos los días del año de los males que nos afectan, nos preocupan, nos hace mirar a la vida con desgana y una tarde de verano le echa la llave a su altar y nos toma del brazo para dar un paseo por la barandilla de su nombre mientras depositamos un " no te olvides de mí"  en sus oídos.  Todos necesitamos salud para vivir, y para vivir la necesitamos a Ella , a ese reverso vital que dibuja sombras sobre nuestros latidos, a ese contagio de vida que nos hace ver el vaso medio lleno de los días y bebérnoslo con los ojos abiertos, a esa orilla de sal que n

Aquí... imposible

  Hace unos días, el Parlamento francés adoptó, de manera definitiva, la prohibición de los teléfonos móviles en sus centros de educación primaria y secundaria, cumpliendo así Emmanuel Macron una promesa de su campaña presidencial. Por lo visto, existen lugares en el mundo donde las promesas de los políticos se cumplen. Pero claro, se trata de Francia, un país que en este tema de los teléfonos y la educación lleva camino andado, puesto que ya en el año 2010 prohibió el uso de los móviles dentro de clase. Ahora, la prohibición se extiende a todo el periodo escolar, es decir, a todo el tiempo que el alumno permanezca en el centro educativo. Como maestro de escuela que soy, aplaudo esta ley y miro con envidia al país vecino, sabiendo que aquí esa prohibición sería imposible, ya que nuestro sistema educativo permite que tengamos -en un porcentaje cada vez más alto-, un alumnado en un estado de sobreprotección gracias a esos padres que tienen la sartén por el mango.

Pequeños placeres..

         Es un placer ver cómo el sol agoniza cada tarde sobre el azul del mar mientras la hermana luna comienza a sombrear sus reflejos plateados sobre los suspiros robados a los zaguanes de la espera.   Ver un atardecer… Uno de esos pequeños placeres que tenemos a la vuelta de la esquina y que nos permite colorearle calmas, recuerdos y pellizcos al horizonte de la vida.  Sucede lo mismo cuando damos un paseo por la orilla o nos perdemos por Cádiz, cuando recibimos el mensaje de alguien preguntándonos “¿Qué tal estas?” , cuando desnudamos con pasión la piel de un buen libro… Sucede lo mismo cuando reímos en vez de llorar, cuando la soledad no se atreve a traspasar el umbral de la casa, cuando unas cuantas letras juntadas emocionan, enrabian, palpitan… Sucede lo mismo cuando le prestamos nuestros oídos a alguien, cuando salimos a correr por las mañanas, cuando leemos a Arturo Pérez Reverte o a Juan Carlos Aragón ; cuando canturreamos un pasodoble del Noly , cuand