Justo
cuando tuve que decirle adiós a mi segundo paso por una universidad andaluza -
del primero solo conservo la beca, del segundo aun no tengo ni el titulo- comencé
a escuchar por algunos mentideros que las promociones posteriores a la mía iban
a tener la suerte de educarse, de formarse y de diplomarse y/o licenciarse con
los expedientes más preparados y cualificados del reino de España desde que
éste se escribe sin h.
Lástima que no me hubiese
pillado alguna reforma como la LOGSE o la LOCE, o que en mi camino se hubiese
cruzado algún ministro educativo como el señor Wert; sigue así que lo estás
bordando chaval.
Mi currículo académico es simple.
Cursé la E.G.B, el BUP y el COU, y el único cambio tecnológico que sufrí en el
aula fue el paso progresivo del manejo de la tiza, pues la cilíndrica le iba
ganando terreno a la cuadrada.
Me siento orgulloso de lo que
en su día estudié, pero me hubiese gustado disfrutar de una beca Erasmus, ese
proyecto gestado para que nuestros jóvenes completen su formación fuera de
nuestras fronteras, con la idea de regresar a casa y ser la solución a nuestros
problemas.
Volver a nuestro hogar sabiendo
de idiomas, de geografía y de informática – nivel avanzado quiero decir-, debe
de ser un salvoconducto para abrir puertas y sacar a este país del desahucio en
el que vive.
Excepto para ese joven gallego
que ha cometido la osadía de recibir el premio al Mejor Físico Experimental de
Europa, pues para ese chaval no hay sitio en esta bendita tierra, alegando que
todavía es “joven”.
No te preocupes Diego, y vuelve
a echar los papeles cuando estés a punto de prejubilarte; tranquilo, si tenemos
hueco aun te quedaran diez años para dar lo mejor de ti, y gracias por no
haberte querido fugar -con tu cerebro- a otro país.
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