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Señora alcaldesa, llámame...

Cuando a un jerezano se le pregunta de donde es, éste deja claro que uno es de Jerez, y que nuestra ciudad -y nuestro gentilicio-, es un reino independiente en sí mismo y que nada tiene que ver con la capital de provincia esa de cuyo nombre mejor no acordarse. Conozco a más de uno que sólo de pensar en el nombre de marras… uffff, prefieren citarse a escondidas con el mismísimo diablo. Les decía esto del jerezano porque si es verdad que de frontera para afuera no hay nadie que defienda lo nuestro como lo hacemos nosotros,… de frontera para adentro somos nuestro peor enemigo. Así de simple. Así de crudo. Supongo que habrá un componente en el agua; o será el hecho de respirar a la sombra de tantos cascos de bodegas; o la influencia del tigre blanco,… no tengo ni idea de los que nos pasa, pero somos expertos en pisarnos la cabeza. Que nadie me rebata esto porque, como buen jerezano, tengo un máster en sabelotodismo, y aunque luego no participo en nada, voy dando lec...

Aquel amor inmortal

Hacía años que se esquivaban la mirada. Se sentían cerca el uno del otro -pues respiraban bajo el mismo techo-, pero llevaban varias décadas sin sentirse, sin rozarse, sin sufrirse como lo hicieron antaño.   Ambos escucharon muchas veces eso de que hay amores que son malditos… pero a la vez inmortales… y este podría ser uno de ellos. Aquellos que tuvieron la suerte de verlos juntos siempre supieron que los dos fueron felices; él vaciándose en cada nueva pedalada… y ella ofreciendo lo mejor de sí misma en cada nuevo empuje, en cada nueva curva, en cada nueva aventura. Nunca les importó ni la hora, ni el día, ni el cansancio… Cuando se fundían entre sudores -por sus venas y sus tubulares-, notaban navegar sobre su piel a la libertad; contaban que hasta a la propia sombra le costaba trabajo perfilarse sobre la carretera. Sin embargo, el destino suele esconder piedras en el camino difícil de entender, difícil de sortear, difícil de aceptar… y tras la caída má...

El espejo humano

Las redes sociales son un gran espejo donde más pronto que tarde uno puede encontrar las aristas que conforman la grandeza y las miserias del ser humano.   Por ejemplo, somos grandes en la medida en la que damos el ultimo adiós, como la despedida que esta semana cientos de personas le han brindado al actor Robin Williams, que nos dejó para buscar en el cielo la sonrisa que perdió en algún que otro rodaje. Por medio de estas redes más de uno ha dejado claro que se siente más cinéfilo que el propio fallecido. Pero a su vez somos míseros -demasiado diría yo-, cuando no somos capaces de implicarnos en el sufrimiento de los demás, en la desesperanza de los demás, en la búsqueda de un futuro mejor para los demás,… Cada uno que sostenga los cimientos de su conciencia al caer la noche, pero la mayoría de nosotros no movemos un dedo, bien por apatía, bien porque hay cosas que nos pillan demasiado lejos, o bien porque aún estamos esperando el icono con el que resumir nue...

Otro que cae...

Y a decir verdad, ya he perdido la cuenta. Hoy les hablo de los valores, de los mitos que me narraron de pequeño, de esos referentes que me contaban en clase cuando los libros de texto se quedaban a dormitar en la oscuridad de la maleta. Personajes, hazañas, proezas que me dejaron impronta, que busqué imitar, que conformaron mucha parte de lo que hoy soy. Motivos que despertaban en mí un haz de esperanza en el ser humano,… pero la vida sigue siendo esta gran mentira de la que todos hablan y pocos dicen la verdad… Los primeros mitos en probar el lodo de la perplejidad fueron los ases del ciclismo. Toda una vida desafiando al tedio de la siesta, apoyando desde el sofá de mi casa a esos jabatos que miraban a los ojos del esfuerzo con rabia y con valentía,... para que años después comenzaran a desfilar por la alfombra roja del engaño, llevando su sangre cargada de hematocritos y nandrolonas. Todo lo que se me ha ido desmoronando después han sido producto de la codi...

¿Pá eso hablas?

Vamos a ver si yo me he enterado bien de esta película. Resulta que nuestro ayuntamiento ha destinado un dinero para la rehabilitación de la Iglesia de Santiago, levantando este acto municipal una considerable indignación entre algún que otro edil político, dando pie a su vez a que decenas de palmeros salgan de sus cloacas.   Ha sido valiente el muchacho y por una vez en su vida ha hablado. Dejando a un lado que el momento de destinar este dinero no es casual, puesto que a la vuelta de la esquina están las urnas y ayudar en la reapertura de Santiago es sumarse un tanto para tener contentos a los capillitas de la ciudad, y los capillitas de la ciudad -guste o no guste- movemos muchos votos... todo este tema me han hervido la sangre. Y me la ha hervido porque una vez más dejamos al descubierto la categoría política que nuestras fronteras sufren, y que supera con creces ya el esperpento; sirva como ejemplo cualquier pleno municipal. Y me la ha hervido porque y...

Hace 23 años...

… mi vida cambio por completo. Mi piel y mis latidos apenas llevaban once años de idilio en esta tierra cuando vi tu carita por vez primera en un nido de hospital. Llegué hasta ti con los nervios en la boca y la inocencia del silencio en la mirada, intuyendo que desde ese instante serías algo más que la niña de mis ojos. Estabas dormida, soñando con tardes de albero y con capas con olor a  incienso de Martes Santo, y al rozar tus mofletes rosados, nos dijimos de todo sin apenas decir palabra. La primera vez que te tuve entre mis brazos desenvolví uno de esos regalos que la vida de vez en cuando nos ofrece, justo cuando el corazón late con más tristeza si cabe; y desde aquel primer biberón que te di -con miedo a que te atoraras-, mis noches se visten de festejos, entre izquierdos que rompen los pasillos de nuestra fe y el tono de una simple copla que hace que al escucharte se dibuje la sonrisa más sincera del día. Te he visto crecer desde la atalaya del orgullo,...

Volvieron a mirarse

Dicen algunos entendidos que en el bullicio de una calle estrecha no se puede rezar…         Tras unos cuantos años esquivando las miradas, el destino puso fecha al encuentro.  Ambas -sin saberlo-, llevaban echándose de menos el tiempo suficiente para que la arena de los relojes de la ciudad se fuera desgastando, gota a gota, grano a grano,… haciendo más tardía la espera cada vez que una de las dos se negaba a ir al encuentro. El orgullo, ese veneno que de pequeño juega con nosotros cuando estamos a solas, les ganaba la partida -año a año-, a las dos, porque en esta historia  ambas eran culpables a partes iguales. En el fondo las dos sabían que de volverse a mirar, deberían de hacerlo sin ambages ni celosías de por medio; sin rencores ni deudas acumuladas; sin que la voz de una tapara los silencios de la otra… Se tenían que contar tantas cosas… Se tenían que alegrar por tantas cosas… Se tenían que echar a llorar por tantas cosas...