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Entradas

La última llamada.

El entrenador de Rafa lo mandó a llamar. Éste llevaba veinte minutos calentando en la banda. El partido iba empate a cero, y el equipo necesitaba un revulsivo. ¿Lo sería él? Cuando llegó a la altura del mister, éste escucho atentamente las indicaciones, ajustándose la camisa y las calzonas. - Esta tarde todo va a salir bien. Antes de saltar al campo, piensa en todo lo que has sufrido y luchado este año. Hazme caso y disfruta, que te lo mereces – le dijo, dándole un fuerte abrazo a modo de bienvenida. ¡Y vaya si Rafa le hizo caso a su entrenador! Después de estar alejado mas de un año de los terrenos de juego, por culpa de una inoportuna lesión de rodilla, saltó al campo y disfrutó. Corrió detrás de cada balón como si la vida le fuera en ello, presionó, gritó, animó, regateó... e hizo lo que siempre se le dio bien hacer: marcar goles. Y por partida doble nada menos. Aunque uno de los goles lo marcó en un clarísimo fuera de juego no marcado por el asistente. Cuando el árbitro pitó el fin...

MI PRIMER CAMPAMENTO CON EL BEATERIO.

Reconozco que no me gusta que me tengan localizado; me da pavor el hecho de que me llamen una y otra vez, perdiendo la poca libertad que nos queda al ser humano, pero una de las llamadas que contesté con mas alegría fue la de Sor Ana, pidiéndome que fuera de monitor al Campamento de este año. Llevaba esperando ese ofrecimiento mucho tiempo; recuerdo que la única vez que me pidieron que fuera, yo estaba cruzando el Parque Mª Luisa de Sevilla camino de la estación; y de eso hace ya bastante tiempo. En aquella ocasión tuve que decir que no. Pero esta vez el sí retumbó en toda la casa. En un principio me daba miedo el ir. No por los niños, a los cuales los conocía a todos, sino mas bien por mi mismo, por el hecho de tener que convivir y compartir con personas a las que sólo conocía de vista, y en muchos casos, sólo de oídas. Pero el destino a veces se presenta con ganas de sorprender, y me tenía guardado una campamento inolvidable. Y creo que no sólo para mí, sino para todos aquellos a los...

Un año para recordar

Hoy que se acerca el final, hoy que nos veremos por última vez, hoy me toca decir a mí adiós. Y créanme, no es fácil. Por que no es fácil decir adiós a una clase como la que he tenido este año, una clase con la que he compartido muchos días, con la que llegar cada mañana a clase era sinónimo de risas, de pasarlo bien, de saber que era bien recibido. Y, sobre todo, de aprender; por que hemos aprendido más de lo que ustedes se creen. Entre otras muchas cosas, a escuchar, a no tener que levantar la voz para hablar, a compartir sueños, a entender que “somos una clase”,… y todo eso, de la forma más natural del mundo: riéndonos. He tenido la oportunidad, por vuestra culpa, de ser feliz enseñando. Me he sentido orgulloso de cada uno de vosotros en cada una de las actuaciones que hemos hecho, en cada una de las salidas que hemos tenido,… pero, sobre todo, me siento orgulloso y feliz de haberos conocido. Siempre que os acordéis de la clase de 5º, hacerlo con una sonrisa en los labios, por que e...

Que sigan agachando la cabeza.

El tiempo pone a cada persona en su sitio, ni mas ni menos; se por experiencia que él es el que manda, y lo que pasó ayer era cuestión de eso, de tiempo; las palabras tienden el defecto que se las lleva el viento, pero los gestos..., esos quedan en la memoria, y comienzan a hacer daño. Los síntomas son muy evidentes: cara de preocupación, risa falsa, nerviosismo, mirada perdida,... pero, sobre todo, dolor de cuello. Y si a ese dolor de cuello no se le pone remedio, si no se cuida, puede que con el tiempo (otra vez él) se agrave, y entonces, se pasa mal, sobre todo en la calle, ¿verdad “compis”? Bajo una chaqueta -que os otro de los síntomas-, se esconde mucha maldad, pero vamos, os voy a dar un consejo: ustedes seguid dando la espalda a una realidad que es mas grande que vosotros mismos. Nosotros no os lo vamos a impedir. Que se os meta en la cabeza: nosotros no tenemos nada que ocultar, nosotros iremos siempre iremos con nuestra cabeza bien alta y, sobre todo, tendremos algo que dudo ...

MICRORELATOS

“Hasta siempre Vladimir”. 26.octubre.07 Hasta siempre, Vladimir, resuena en mi corazón al leer tu nombre en aquel viejo papel. Me reclino sobre el butacón, cierro los ojos y me dispongo a caminar –otra vez- por los callejones del tiempo. Rememoro nuestra primera mirada, nuestras risas cómplices, nuestro primer beso… así, toda la vida, recordándote al nombrarte, soñando que algún día volverás a rondar el balcón de mis inquietudes. Pero nos venció el miedo y, aun hoy, vislumbro la sombra de mi felicidad perderse entre mis labios, cobijándose junto al arrepentimiento, cada vez que doblo la esquela que recubre tu vieja fotografía.

Las cuentas de mi Rosario

Dejaste la puerta de tu pequeña iglesia entreabierta, y sé que la dejaste así adrede; sólo lograba verte de perfil, pero el susurro de tu voz hizo que esa puerta se abriera, invitándome a hacerlo de frente. Indeciso y casi de puntillas acepté Tu invitación, sentándome, eso sí, en uno de los últimos bancos. Ya tendríamos tiempo de ir cogiendo más confianza. No sabía muy bien lo que iba a decirte. Tampoco sabía muy bien lo que Tú me responderías, así que dejé que el silencio se adueñara de nuestro encuentro; de esta forma comencé a observarlo todo: observé tus bancos, tu altar, tu pedestal; observé tu rosario, tu manos, tu boca... hasta que mi mirada se detuvo en la tuya, convirtiéndose, desde aquel día, en el faro que guía el rumbo de mis pasos cuando en el horizonte de mi vida se atisban temporales. Así fue como nuestra historia comenzó, discreta y pausadamente. Una historia en donde las miradas se buscan y las palabras sobran. Para escuchar al corazón, uno tiene que guardar silencio, ...

A nuestro Padre Jesús de la Salud. Los Gitanos.

Y de nuevo ante ti, la garganta se me seca, las palabras balbucean, y el corazón se me acelera; y al perderme en tu mirada, buscándome en tu consuelo, me doy cuenta de que no soy nada, solo uno más, que desde el suelo, de nuevo te pide favores, en nuestro fugaz reencuentro; pero soy incapaz de escucharme, soy incapaz de estar atento, por que me embeleso en tus manos, y en tu andar de Nazareno. Y entonces elevo mi oración, y desfila mi arrepentimiento, dejando que las lágrimas sean, testigo de nuestro encuentro; Pero por más que intento concentrarme, mis palabras se las lleva el viento, por que empiezo a soñar, que de madrugada, volviste a mostrar tu magisterio; que las manecillas se detuvieron, en los confines del tiempo, que de fondo sonaría “saeta”, y que rompías los sentimientos, al pasearte por las callejuelas que rodean a tu templo. Déjame Padre ser, el confidente de tus lamentos, déjame Padre que sea, el pedestal que pisas en tu sufrimiento, déjame que sea la cruz que abrazas a c...