Se abre el telón del Falla y una tribu con coloretes de sal y coplas de escollera aparece en escena, y te atrapa la respiración, te deja sin aliento y, desde el primer acorde, te mira a los ojos del alma.
Son un grupo de indígenas que se han enamorado de un barco, de una historia y de unos estribillos y que han arrivado a Cádiz para abrirse el corazón y dejarnos a las claras cómo se hace carnaval, como se le canta a la tacita, como se alza la voz cuando febrero se pinta cuartetas de carnaval.
Envueltos en los colores pasteles del arcoíris, escuchar a la tribu es estar delante de una comparsa que en cada pase, va susurrando los versos de amor de su letrista y a través de su música, sus intérpretes toman a la ciudad por la cintura y se la llevan a pasear por los rincones secretos de la luz… porque en Cádiz es donde reside la luz.
Algo tiene este grupo que te zarandea y de desmaraña los huesos cuando lo escuchas, y parte de culpa de ese estado en el que uno se queda a vivir tras poner el oido a soñar la tiene los acordes, esos giros que en un día Raúl Cabrera imaginó junto a su guitarra y que se quedaron a vivir en un pentagrama de la bahía.
La tribu es un regalo.
Disfrutémosla en cada pase, en cada vuelo, en cada gesto.
Es muy difícil hacer lo que este grupo hace años tras años, sonando siempre como una caja de resonancia recién estrenada.
Pero no te dejes engañar, que la copla es su caldo de cultivo, su conjuro mágico, su veneno atresporcuateado.
Qué linda tribu se ha apoderado del Carnaval….
Qué linda comparsa tenemos este año rondando la ciudad de Cádiz.
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