Y el Dios Momo, cansado de ver cómo su legado se va poco a poco maldiciendo por las esquinas, invocó a los suyos una noche de febrero para que desempolvaran sus voces y pusieran orden en la ciudad de los coloretes de sal cansado de ver cómo la ciudad de Don Carnal se va olvidando de pintarse sus propios coloretes.
Y para ello, tomó prestadas un ramillete de sombras rasgadas por el tiempo, esperó a que su turno llegara una noche de concurso y preparó en un caldero de verdad inmortal los pellizcos que sólo esta comparsa es capaz de provocar antes de que el telón de los ladrillos colorados se alzara y diera comienza el conjuro de “Los del otro barrio”.
Y quien mejor que este grupo para defender, con coplas, lo que siempre fue el Carnaval.
Ellos se lo han ganado a pulso.
Acorde a acorde.
Pasodoble a Pasodoble.
Y el romance que nos han traído este año es un reguero de versos cantados al oído, escritos con la sangre del que le duele todo lo que sucede de Puerta Tierra hacia dentro, mostrándonos el espejo roto en el que Cádiz se va reflejando al caer la tarde si no comienza a mirarse de frente a él, y no de perfil.
“Los del otro barrio” es lo que una vez fuimos y no debemos nunca olvidar.
“Los del otro barrio” es el paraíso al que todo carnavalero algún día querrá ir.
“Los del otro barrio” es un golpe en la mesa, es emoción, es un zarandeo a las telarañas del Falla,…
Ojalá que sus almas errantes se quedan a vivir entre nosotros por mucho tiempo.
Ojalá que se deje de profanar esta bendita locura que es el carnaval nuestro de cada día.
Ojalá que sean capaces, con sus coplas, de sanar las entrañas sagradas de Cádiz.
FOTO: J.M.REYNA
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